Revelada la investigación más influyente del 2012
07/06/2013
Nota de la Asociación Catalana de Estudios Bioéticos (ACEB) acerc del anuncio de la clonación humana por transferencia nuclear en Oregón
08/06/2013

Publicado en InfoVaticana.com. Enviado por Michael el 6 de Junio de 2013

Un amable lector (Yago) nos hace llegar esta reflexión sobre el aborto.

El otro día, a raíz de una discusión por Twitter, empecé a darle vueltas al tema del aborto.

A mí, la verdad, me tiene profundamente apenado (y preocupado) la poca importancia que la sociedad actual concede a esta cuestión.

Hace unos días, colgué en mi perfil de Twitter un enlace a un vídeo de la plataforma “Decidir nos hace libres” en defensa del aborto. Junto a ese vídeo, colgué otro link al Manifiesto de Madrid, una declaración de varios científicos en la que se defiende la vida del no nacido.

Pues bien, hace pocos días, recibí un mensaje por Twitter en el que una persona a la que no tenía el gusto de conocer me reprochaba que negar el aborto implica negar también la libertad de las mujeres (“nosotras parimos, nosotras decidimos”, ya saben…).

Publicado en InfoVaticana.com. Enviado por Michael el 6 de Junio de 2013

Un amable lector (Yago) nos hace llegar esta reflexión sobre el aborto.

El otro día, a raíz de una discusión por Twitter, empecé a darle vueltas al tema del aborto.

A mí, la verdad, me tiene profundamente apenado (y preocupado) la poca importancia que la sociedad actual concede a esta cuestión.

Hace unos días, colgué en mi perfil de Twitter un enlace a un vídeo de la plataforma “Decidir nos hace libres” en defensa del aborto. Junto a ese vídeo, colgué otro link al Manifiesto de Madrid, una declaración de varios científicos en la que se defiende la vida del no nacido.

Pues bien, hace pocos días, recibí un mensaje por Twitter en el que una persona a la que no tenía el gusto de conocer me reprochaba que negar el aborto implica negar también la libertad de las mujeres (“nosotras parimos, nosotras decidimos”, ya saben…).

Me hablaba también de la masacre de Siria (alusión que no comprendí al principio, dicho sea de paso). Dándole alguna que otra vuelta, deduje que aquella misteriosa tuitera se refería a que hay otras cosas más importantes de las que preocuparse hoy en día (Siria entre ellas).

Y me puse a pensar.

Ya me había dedicado en alguna ocasión a reflexionar sobre el aborto, pero nunca como esta vez, en la que me veía involucrado yo mismo en un debate sobre el tema. He aquí el resultado de esa reflexión:

Mi querida amiga tuitera sostenía que estar en contra del aborto equivale a oponerse a la libertad de las mujeres. Qué quieren que les diga: no estoy de acuerdo.

Nadie niega la libertad de la mujer. Lo que ocurre es que en el aborto esa libertad entra directamente en conflicto con otro bien: la vida. Por tanto, ha de decidirse cuál de ambos bienes ha de prevalecer sobre el otro: la libertad de la mujer o la vida del concebido y no nacido.

Me topé aquí con la primera dificultad: ¿puede calificarse como vida al concebido y no nacido? Es necesario partir del hecho de que no soy científico y, por tanto, en este punto debo remitirme a lo que otras personas mucho más enteradas que yo han dicho. Me remito, pues, al Manifiesto de Madrid, mencionado antes.

Si bien es escueto, en este documento se deja bien claro que Genética, Biología Celular y Embriología conducen todas ellas a una misma conclusión: la vida empieza en el momento de la fecundación. (Por cierto, que ésta es una cuestión  de la que no hace falta evidencia para estar cierto de su veracidad: si ese ser que se gesta en el vientre de la madre no es un ser humano… ¿qué demonios es?).

Por supuesto, a mi amiga tuitera le mencioné el Manifiesto y, por supuesto, no lo aceptó.

Quizá la actitud de mi amiga se debe, pensaba yo, a que conoce algún estudio que demuestre que la vida humana no empieza en la fecundación, sino en un momento posterior del embarazo.

Quizá ese estudio esté suscrito por prestigiosísimos especialistas a quienes los firmantes del Manifiesto de Madrid no les llegan ni a la punta del zapato. Si no, ¿cómo iba mi buena amiga a negar tan rotundamente la validez del Manifiesto?

Para mi sorpresa, mi tuitera favorita no mencionó un solo argumento científico en toda nuestra discusión. En lugar de eso, mi amiga se conformó con decirme que si yo creía que el no nacido era un ser humano distinto de su madre es porque soy católico.

Vaya, otro problema… ¿Será que estoy en contra del aborto por ser católico? A bote pronto me vino a la cabeza la idea de que muchas personas no católicas están en contra del aborto. Pero eso es un argumento demasiado simple, pensé; necesito algo mejor.

Empecé a darle vueltas… ¿Acaso somos los católicos los únicos que defendemos la dignidad de todos los seres humanos?

Por supuesto que no, Yago, ¡qué cosas tienes! Eso es una absoluta sandez. ¿Es posible que sólo los católicos estemos convencidos de que la vida de todos los hombres y mujeres tiene el mismo valor? Está claro que no; casi toda la gente sensata -católica y no católica- comparte esa misma convicción.

Así, pues, me quedó claro que mi fe católica no era la causa de mi oposición al aborto. Otra cosa es que la fe católica asuma la moral humana, pero esa moral, en tanto que humana, es común a todos los hombres, tanto católicos como no católicos.

Todo esto venía a cuento porque mi amiga tuitera afirmaba que negar el aborto equivale a negar la libertad de la mujer.Pues bien, partiendo de que la evidencia disponible confirma la existencia de una vida humana desde el momento de la fecundación, se plantea un conflicto entre dos bienes a proteger: la libertad de la madre y la vida del concebido y no nacido. ¿Cuál de ambos bienes vale más? Todo derecho necesita un sujeto sobre el que proyectarse. No existen derechos solos, flotando por ahí. Un derecho existe porque se proyecta en un sujeto. Sin vida, no hay sujeto. Por tanto, la vida es el presupuesto de todo derecho, incluido el de la libertad (es simple: si la madre no hubiera nacido, no tendría derecho a la libertad, porque no existiría). Sin vida, no hay libertad. Sin vida, no hay derecho alguno. Así, pues, queda claro que es la vida del niño la que debe prevalecer. La libertad de la madre, entendida aquí como agere licere (hacer lo que a mí me dé la gana) queda limitada: si la madre quiere abortar, no debe hacerlo. Pero esa limitación es justa, pues con ella se evita un daño mayor.

Si prevaleciese la libertad de la madre, ello equivaldría a afirmar que la vida del hijo vale menos que la de su madre. Valga como metáfora: si una sola rama de un árbol vale más que otro árbol entero, está claro que el árbol del que brota aquella rama valdrá también mucho más que el otro árbol.

Y digo yo: ¿no se supone que éramos todos iguales? ¿Cómo es posible que la vida de un ser humano valga más que la de otro? ¿Acaso no repudiamos a personajes como Hitler o Stalin por pensar así?

A continuación, mi buena amiga llevó la discusión hacia el asunto del aborto en los supuestos de violación. Sinceramente, creo que en tales supuestos el aborto sigue siendo igual de malo que en los demás. Sin embargo, es cierto que las circunstancias es este caso son, si cabe, más lamentables todavía.

Por supuesto, la violación es un acto terrible y los violadores deben ser severamente castigados por la acción despreciable que han cometido. Ahora bien, ¿convierte eso en culpable al hijo fruto de esa relación sexual forzada? Desde luego que no; es absurdo un razonamiento de este tipo. En cualquier caso, ¿es justo sacrificar la vida del concebido y no nacido, aun cuando este último nada tenga que ver con la violación?

Entraría en juego en este supuesto un nuevo bien digno de protección: el honor de la mujer. El honor es la imagen que de uno tienen los demás, así como la imagen que uno tiene de sí mismo. ¿Debe prevalecer el honor de la madre sobre la vida del hijo? De nuevo, la respuesta es negativa: sin vida, tampoco hay honor.

Un daño al honor no implica el fin de una vida. Una vida, aun después de haber sufrido una violación (incluso si de esa violación nace un hijo), merece ser vivida. Eso sí es luchar por los derechos de la mujer: luchar para que, aun en casos tan terribles, la mujer tenga todas las oportunidades para salir adelante.

Nadie duda de que esto es difícil. Saber que tu hijo lo es también de la persona que te violó debe de ser terrible. Pero, aún así, la muerte del hijo no está justificada. Si no, ¿cómo es que en los casos de violación de un padre a su hija no matamos al padre? Muchas veces los partidarios del aborto son contrarios a la pena de muerte…

En los supuestos de violación, el mal ya está hecho; nada puede hacerse por evitarlo. Lo que sí puede evitarse es un segundo mal: el aborto, la muerte del hijo fruto de esa violación.

Otro caso complicado es el de malformación del feto. En supuestos de este tipo -cabe argumentar- la vida del niño valdría menos, de modo que su peso disminuiría a la hora de ponderar esa vida con la libertad de la madre.

Pero, ¿es cierto que la vida del concebido y no nacido vale menos si éste presenta alguna malformación o discapacidad? Si esto es así, entonces la vida de cualquier discapacitado vale menos que la de una persona “normal”. Hemos quedado en que el ser humano existe desde la fecundación. Así, pues, desde ese momento existe un ser humano. Y el nacimiento no implica un cambio sustancial de ese ser humano, es decir, ese ser humano sigue siendo el mismo antes y después del nacimiento. Es por eso que defender el aborto en supuestos de malformación del feto implica minusvalorar la vida de los discapacitados frente a la del resto de personas.

Y entonces pensé: quizá sea verdad que mi vida vale más que la de una persona con una discapacidad o una enfermedad grave. Igual la vida es digna (esto es, merece ser vivida) únicamente si puedo vivirla en plenas condiciones físicas y/o mentales.

A fin de cuentas, éste es el argumento empleado por los que defienden el aborto en casos de malformación: para qué vamos a traer a una persona al mundo si su vida va a estar plagada de dolor y sufrimiento. O dicho de forma más cruda, pero por completo idéntica: para qué vamos a dejar que una persona nazca si su vida no merece ser vivida.

Toda vida humana es digna por el hecho de ser humana, porque todos los hombres (no sólo los que gocen de plenas facultades físicas y/o mentales) tienen la misma dignidad.

Alguno me reprochará que una afirmación así deriva de la concepción cristiana del hombre como creado a imagen y semejanza de Dios. Es cierto que la idea de la igual dignidad de todos los hombres surge del humanismo cristiano (al igual que otras muchas), pero se trata de una idea plenamente incorporada al pensamiento contemporáneo. Así, pues, afirmar que mi vida vale lo mismo que la del discapacitado no puede calificarse de argumento “confesional”. Defender lo contrario sería como afirmar que todo aquel que descansa en domingo es cristiano.Desde luego, se trata de una idea absurda. Fijar el domingo como día de descanso es sin duda una influencia cristiana, pero se trata de una tradición que se ha despojado ya de su carácter cristiano (a salvo queda el significado que el domingo tiene para los creyentes, claro está) y ha pasado a formar parte de nuestra cultura.

Recapitulando: no es de recibo afirmar que mi vida vale más que la de un discapacitado, y ello al margen de la postura de cualquier confesión religiosa al respecto.

Desde luego, mi amiga tuitera me ha dado en qué pensar…

Después de todas estas reflexiones, me viene una última a la cabeza: ¿de verdad es el aborto una cuestión intrascendente, sobre la que no vale la pena debatir? Rotundamente no.

El aborto no es, ni mucho menos, una cuestión menor. Quizás yo esté equivocado, pero los argumentos que a lo largo de este texto he esgrimido demuestran que nos encontramos ante un tema de enorme trascendencia, en el que está en juego nada menos que la vida humana. Desde luego que masacres como la de Siria son terribles, nadie lo duda.

Y hemos de luchar, cada uno en la medida de nuestras posibilidades, para que tales masacres cesen. Pero eso no resta un ápice de importancia a la cuestión del aborto. Mis argumentos pueden ser mejores o peores, pero si con estas líneas he conseguido dejar clara la enorme trascendencia de la cuestión del aborto, tanta reflexión habrá valido la pena.

CíViCa
CíViCa
Ciencia | Cultura | Vida Asociación de Investigadores y Profesionales por la Vida.