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La protección de la vida y la maternidad es cuestión de todos
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Por José María Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, Sacerdote, Miembro de Cívica

En estos meses el hombre mortal se encuentra totalmente rodeado, sumergido e invadido por la primavera. Estación que actúa ahora como las coordenadas cartesianas espacio-temporales y marco del cuadro en el que se pinta su actual caminar. Su vivir es vivir en primavera. No tiene ahora vida al margen de la primavera. Toda su vida actual queda reducida a la primavera. Será ahora lo que sea su primavera. En este sentido, puede decirse que es primavera. Al mirar ahora a la naturaleza lo único que se sitúa ante los ojos y topa con ellos es la primavera. Es imposible dejarla de ver, de sentir, de palpar ¿Qué le dice pues la primavera al alma inmortal humana?

Por José María Montiu de Nuix, Doctor en Filosofía, Sacerdote, Miembro de Cívica

En estos meses el hombre mortal se encuentra totalmente rodeado, sumergido e invadido por la primavera. Estación que actúa ahora como las coordenadas cartesianas espacio-temporales y marco del cuadro en el que se pinta su actual caminar. Su vivir es vivir en primavera. No tiene ahora vida al margen de la primavera. Toda su vida actual queda reducida a la primavera. Será ahora lo que sea su primavera. En este sentido, puede decirse que es primavera. Al mirar ahora a la naturaleza lo único que se sitúa ante los ojos y topa con ellos es la primavera. Es imposible dejarla de ver, de sentir, de palpar ¿Qué le dice pues la primavera al alma inmortal humana?

En el libro más grande, el libro del mundo, vemos un cartelón, grande y cósmico, portador del mensaje que transmite la primavera: ¡un infinito o inmenso borbotar de vida! Aquí, allá, acullá y más allá, nacen seres y más seres: hierbecillas, florecillas, millares de hojas pequeñas que brotan en el árbol antes pelado, etcétera. Todo el mundo queda alcanzado, invadido y sanamente contagiado por la vida. Toda la naturaleza se da la mano en una única labor: sembrar de vida y de movimiento el abanico de la realidad y sus mil y un rincones. La primavera es vida. La primavera es la cara de la realidad que es vida, movimiento, nacimiento. Ella tiene un nombre: poesía, belleza, encanto, maravilla, admiración. La primavera es poesía. Poesía que es captada naturalmente por la sabiduría de los siglos, pues la flor nacida de la madre tierra devendrá poético obsequio que se enraizará en el corazón feliz de la novia. Eso es, evidentemente, ¡poesía! Y una buena muestra social de ello se encuentra en Cataluña en la anual celebración de san Jorge, la fiesta del libro y de la rosa.

La cara que personifica la primavera es florecimiento, vida, nacimiento, poesía, belleza, hermosura. Contrasta con ello la otra cara, la no poética, la fea, que es la de la negación de la vida, la que rompe con la armonía de la naturaleza. La negación de la vida es la fea. Esto se ve, por ejemplo, en que tanto a la embarazada, como a la madre que tiene en sus brazos al pequeñín, como a la madre de muchos hijos coronada, se las ve con escondida y nunca confesada envidia. Se las envidia porque claro está que al sabio sentir de la naturaleza le resulta diáfano que tener hijos es un bien. No se envidiaría si no fuese un bien, ya que no se envidia lo malo, nadie que posea algo bello envidiará poseerlo feo. No se envidia ni carecer de hijos ni la incapacidad de engendrar. En esto la misma naturaleza, cuál antiguo sabio griego, señala donde está la verdad.  

Así pues la proclamación en Francia en primavera, de lo que no es matrimonio, aunque lo llamen matrimonio entre varones, resulta como decir lo que sigue: te mando primavera que dejes de ser primavera, te ordeno que dejes de dar nacimientos, engúllete todas tus flores. O sea, han afirmado algo antinatural precisamente en el tiempo en que es más antinatural proclamarlo. No es pues únicamente un absurdo, sino un absurdo cósmico, un absurdo al cuadrado. Con esta absurda noche contrasta el fulgor del día o resplandor del verdadero matrimonio, el existente entre un hombre y una mujer, el cual tiene a favor suyo a toda la Naturaleza.

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