Por Nicolás Jouve, Catedrático de Genética, Presidente de CíViCa
El científico debe ser una persona de comportamiento ético y responsable de la trascendencia de sus investigaciones. El trabajo científico es un trabajo individual y creativo y de una gran responsabilidad. Las personas que investigan tienen un margen de libertad cuyos límites deben enmarcarse en un riguroso respeto a la verdad. Sin duda, el primer principio al que los científicos se han de obligar es el de la honestidad. La divulgación de los hechos investigados debe seguir este principio, de modo tal que no haya resquicio de duda sobre la repetitividad de los mismos resultados en caso de que otros investigadores desearan corroborar los hechos conocidos en nuevos materiales o bajo condiciones experimentales diferentes.
Por Nicolás Jouve, Catedrático de Genética, Presidente de CíViCa
El científico debe ser una persona de comportamiento ético y responsable de la trascendencia de sus investigaciones. El trabajo científico es un trabajo individual y creativo y de una gran responsabilidad. Las personas que investigan tienen un margen de libertad cuyos límites deben enmarcarse en un riguroso respeto a la verdad. Sin duda, el primer principio al que los científicos se han de obligar es el de la honestidad. La divulgación de los hechos investigados debe seguir este principio, de modo tal que no haya resquicio de duda sobre la repetitividad de los mismos resultados en caso de que otros investigadores desearan corroborar los hechos conocidos en nuevos materiales o bajo condiciones experimentales diferentes.
En este sentido ha resultado muy interesante el modo de divulgación de los resultados del proyecto internacional masivo ENCODE (Encyclopedia of DNA Elements), que tenía por misión conocer el papel funcional del mal llamado ADN basura -la gran parte del genoma humano no implicado en las instrucciones reales para la producción de las proteínas. La investigación ha supuesto el esfuerzo de 10 años de un equipo internacional de 442 científicos, con 1649 experimentos desarrollados en 32 laboratorios de 6 países, y mediante la que se ha demostrado que la parte del genoma no codificante está implicado en tareas de regulación de la expresión de los genes. Los resultados de ENCODE son extensos y se publicaron a primeros de Septiembre de 2012 en 30 artículos centrales en Nature, Genome Biology y Genome Research, así como en una pléyade de artículos secundarios en Science, Cell y otras revistas. Aparte de los grandes méritos de las conclusiones de este inmenso proyecto hay algo igualmente digno de destacar, La honestidad con la que se han publicado los resultados. Los investigadores que han participado en ENCODE han construido una «máquina virtual», un programa descargable que incluye todo el proceso utilizado en el análisis de sus datos. Cualquier investigador puede descargar datos casi-crudos y reproducir por sí mismos cualquiera de los análisis publicados. Es lo último en transparencia en la investigación.
Contrasta este tipo de comportamiento con lo que denuncia la analista científica Edyta Zielinskael el pasado 17 de diciembre en The Scientist, en un informe titulado Top Science Scandals of 2012, en el que se denuncian casos de mal comportamiento e incluso de falsificación a la hora de publicar resultados de investigación en ciencias de la vida, y en el que se incluyen algunas iniciativas, que podrían evitar este tipo de conductas.
El artículo empieza con un dato escalofriante: más del 65 por ciento de los trabajos publicados -de 2.000 o más analizados- han sido acusados de no resistir un juicio ético, debido a las omisiones intencionadas de datos, la inclusión de datos falsos, plagio, errores técnicos, etc. Según este informe, están afectadas incluso las revistas de alto impacto.
Algunos de estos escándalos han sido muy sonados. De este modo, se ha denunciado a un investigador de la Universidad de Kentucky, Eric Smart, por haber falsificado o fabricado una serie de datos sobre los mecanismos moleculares implicados en las enfermedades cardiovasculares y diabetes, basados en la experimentación con unos ratones knockout, que nunca existieron. Quizás lo peor de este lamentable fraude sea que las publicaciones del Dr. Smart han sido muy citadas en el campo específico de la investigación cardiovascular. Cuando comenzó la investigación sobre su mala conducta, él Dr. Smart decidió retirarse de la actividad científica y en la actualidad es profesor de química en una escuela local.
Otro caso similar es el del japonés Yoshitaka Fujii, que posee el récord de retracción de artículos de un solo autor. En unos pocos años, Fujii había publicado más de una docena de ensayos clínicos aleatorios que pretendían probar la eficacia y los efectos secundarios de medicamentos como el "granisetrón", para reducir las náuseas y vómitos después de una cirugía. Este anestesiólogo había falseado datos en una friolera de 172 publicaciones desde que empezó su carrera en 1993, cuando trabajaba en la Facultad de Odontología y Medicina de la Universidad de Tokio, que continuó en las Universidades de Tsukuba y Toho, de donde finalmente fue despedido en febrero de 2012. Fujii nunca vio a un paciente, ni les informó en sus estudios clínicos. Llegó incluso a engañar a los coautores de sus publicaciones, cuyo nombre utilizó incluso sin su permiso o conocimiento. Aunque sus publicaciones eran de bajo impacto, Fujii las utilizó para labrar su carrera, publicando un total de 249 artículos.
Hoy la calidad de las revistas científicas se caracteriza por el llamado «índice de impacto», que se basa en el número de citas de los artículos que publica. Pues bien, los responsables del blog Retraction Watch, Adam Marcus e Ivan Oranskyhan han propuesto que para evitar los fraudes en las publicaciones científicas se utilice un «índice de retracción», un factor que indicaría el número de retracciones de una revista científica por cada 1.000 trabajos publicados. A ello se han unido otras iniciativas, como la creación de un índice de transparencia, que podría contener una puntuación sobre la revisión por pares de los manuscritos y otras medidas.
Por último, la revista de publicación on line PLOS ONE ha sugerido la «Reproducibility Initiative», que proporcionaría una plataforma para que los investigadores presentaran los resultados de sus estudios de forma que se pudieran replicar por otros laboratorios. Los trabajos que se reprodujeran correctamente ganarían un certificado de reproducibilidad.
Sean cuales sean las medidas que se adopten, la ciencia basa su prestigio y su influencia en la credibilidad de sus descubrimientos, por lo que es necesario evitar los fraudes y mantener el principio de la honestidad y la verdad en la divulgación de los resultados de la investigación.