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Por el Dr. José María Montiu de Nuix, sacerdote, Doctor en Filosofía, matemático y miembro de CíViCa.

Toda persona sensata sabe que en esta vida hay algo más importante que el placer y que las frías matemáticas. Todo ser humano desea ser querido. Sin amor es imposible ser feliz. Si no hay amor no es posible la madurez. Más aún, lo único verdaderamente importante es el amor. Una ilusión, un sueño, un ideal que lo llena todo, un amor. Un amor que no es egoísta, que respeta, que quiere el bien de los demás, que ama a Dios, que atraviesa montañas.  Y quién dice amor, ¿cómo no recordará lo qué es el amor materno, lo qué es el corazón de una buena madre?, ya que incluso Jesucristo se fija en este amor cuando dice: os he querido reunir bajo las alas como una gallina reúne a sus polluelos.

I) ¡Qué no hará una madre por sus hijitos! Del pelícano se cuenta poéticamente que cuida maravillosamente de sus pequeñuelos. Pues se dice lo siguiente: Cuando no tiene con que alimentar a sus pequeñuelos, hunde el pico en su propio pecho. Es así, con su propia sangre, cómo logra alimentar a los suyos.  

Por el Dr. José María Montiu de Nuix, sacerdote, Doctor en Filosofía, matemático y miembro de CíViCa.

Toda persona sensata sabe que en esta vida hay algo más importante que el placer y que las frías matemáticas. Todo ser humano desea ser querido. Sin amor es imposible ser feliz. Si no hay amor no es posible la madurez. Más aún, lo único verdaderamente importante es el amor. Una ilusión, un sueño, un ideal que lo llena todo, un amor. Un amor que no es egoísta, que respeta, que quiere el bien de los demás, que ama a Dios, que atraviesa montañas.  Y quién dice amor, ¿cómo no recordará lo qué es el amor materno, lo qué es el corazón de una buena madre?, ya que incluso Jesucristo se fija en este amor cuando dice: os he querido reunir bajo las alas como una gallina reúne a sus polluelos.

I) ¡Qué no hará una madre por sus hijitos! Del pelícano se cuenta poéticamente que cuida maravillosamente de sus pequeñuelos. Pues se dice lo siguiente: Cuando no tiene con que alimentar a sus pequeñuelos, hunde el pico en su propio pecho. Es así, con su propia sangre, cómo logra alimentar a los suyos.  

II) Un amor de madre capaz de grandes sacrificios: Una vez oí contar que los niños de una escuela se reían de la madre de un compañero suyo. Se burlaban por su mal aspecto. Su cara resultaba fea, asquerosa, repugnante. Esta situación provocaba las lágrimas del niño. Un día, mientras el pequeñín lloraba, su madre le preguntó: ¿Qué te pasa? El niño le contó que lloraba porque los niños se burlaban de ella, porque era tan fea. Entonces su madre le explicó porque era tan y tan fea. Llevo la cara estropeada porque te quiero tanto que un día que se estaba quemando la casa me lancé a las llamas para salvar tu vida. Por salvarte me quemé mucho la cara. Por esto soy tan fea, porque te quiero tanto.

III) He oído contar la siguiente narración literaria: Una vez una novia pidió a su novio un regalo muy especial: ¡Quiero que me traigas el corazón de tu madre! El novio, aunque apenado, dolorido y triste, quiso complacer a quién tanto quería. Con un puñal arrancó el corazón de su mismísima madre. Mientras recorría el camino que le debía llevar a entregar este obsequio a aquella que poseía su corazón, ¡tropezó! Cayó al suelo, cayó también el corazón que llevaba en la bolsa. Y, entonces, de aquel corazón de su madre salió una dulce voz: ¡hijo mío!, ¿te has hecho daño? 

En este relato ficticio todos sabemos reconocer el corazón de una madre, ¡así es el corazón de mamá!, ¡así de buenos son los corazones de las madres! ¡Más interesadas en el bien de sus propios hijos que en el suyo propio! Cuando lo oí me pareció que era una buena manera de plasmar literariamente lo que es un corazón materno.

IV) Los literatos románticos no siempre han hablado del amor en la forma más exacta. Esto se observa también en el relato siguiente: Una enamorada pide a su novio una rosa roja. Pero, en aquel jardín sólo hay rosas blancas. No hay manera alguna de conseguir una rosa roja. Un ruiseñor observa muy apenado este episodio. El pajarillo encuentra entonces la solución: Acerca gallardamente su pecho a una espina y empieza a cantar. Mientras canta, su sangre empieza a gotear sobre una rosa blanca. Llegará a conseguir así que en el jardín haya una rosa roja. Al día siguiente, el ruiseñor está muerto, atravesado su corazón por la espina. No obstante, el joven encuentra una hermosa rosa roja. Y, entonces, obsequia a su enamorada, le da una alegría, contribuye a su felicidad.

Este relato, en medio de pinceladas pintorescas, logra sugerir que hay algo grande, que mucho se perdería si en el mundo dejasen de haber románticos.

De todo lo antedicho podemos extraer que el aborto no sólo es eliminar la vida de un niño, sino que es también la destrucción del hermoso y grande corazón de madre. El aborto es la pérdida de una ilusión, de un sueño, de un ideal, de una grandeza. El aborto es una muerte del romanticismo en el propio corazón. El aborto es cortarse las alas, es mutilar, herir, destruir la propia felicidad. Por el contrario, la visión del rosal llenísimo de rosas rojas levanta el alma en las alas de la poesía. Una madre con muchos hijos es adorno del universo, hermosa estrella que ilumina, grandeza que eleva.

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