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Comentario de ANDOC sobre la Píldora del día después. El Ministerio se «auto-felicita» por sus «éxitos»
01/05/2010
La Ley de salud Sexual Reproductiva entrará en vigor el próximo 5 de julio y afectará a todos los alumnos a partir de 11 años el próximo curso.
02/05/2010

Por Carlos Benito - Publicado en El Ideal.es, Granada, el 1 de mayo 2010.

Por Carlos Benito – Publicado en El Ideal.es, Granada, el 1 de mayo 2010.

En esencia, la tarea de ser madre no ha cambiado a lo largo de las décadas, ni siquiera a lo largo de los siglos: es un trabajo fijo que empieza con nueve meses de embarazo y sigue con toda una vida de cuidados y desvelos, consagrada a un amor que amplifica lo bueno y hace la vista gorda ante lo malo. Pero, más allá de ese perfil eterno, las madres de hoy son muy diferentes a las de hace cuarenta o cincuenta años, porque han tenido que ir adaptando la maternidad a su nueva manera de ser mujeres.

Si hacemos un viaje mental a la España de 1965 -una experiencia que cada vez se parece más a la de visitar un país exótico- y echamos un vistazo a las jóvenes de entre 25 y 30 años, nos encontraremos con la siguiente historia-tipo:

final de los estudios a los 15 años, un gran punto de inflexión a los 24 -porque, en aquellos tiempos, la emancipación, la primera convivencia y el primer matrimonio solían producirse a la vez, en una brusca revolución personal- y primer hijo alrededor de los 25. ¿El trabajo? Entre aquellas chicas, aún eran mayoría las que no tenían empleo fuera de casa.

Esta línea biográfica, correspondiente a las mujeres nacidas entre 1936 y 1940, está recogida en 'Fecundidad y trayectoria laboral de las mujeres en España', un estudio realizado en 2006 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que sirve de referente sobre esta materia. Los datos recogidos por los investigadores permiten comprobar cómo las edades a las que se producen determinados acontecimientos han ido cambiando con el paso de los años: el final de los estudios se atrasa, hasta situarse en 20 años y medio para las mujeres nacidas a principios de los 70; la primera relación sexual se adelanta, desde los 24 hasta los 18; el matrimonio, que ya no coincide con el debut en la convivencia, se demora hasta casi los 29 años. Y los hijos… se van dejando para la treintena. Los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes a 2008, sitúan en 29,3 años la edad media en el momento de tener el primer niño. Ese año, nacieron más hijos de mujeres de 39 que de chicas de 23, un reparto que habría resultado impensable diez años antes.

"Con las nacidas a partir de la mitad de los 50 se produjo un punto de inflexión -explica Margarita Delgado, demógrafa del CSIC y coordinadora del estudio-, porque se incrementaron la actividad laboral y el nivel educativo de las mujeres. Incluso dentro de una misma edad se aprecian grandes diferencias: las mujeres que tienen más estudios retrasan la convivencia y la llegada de los hijos, lo que propicia que tengan un número menor de niños. En el grupo de las nacidas entre 1956 y 1970, las que tienen estudios elementales han sido madres a los 25,1 años y las que tienen estudios superiores, a los 32". El número medio de hijos por mujer, que a mediados de los 70 se acercaba a tres, experimentó un descenso continuado hasta finales de los 90, cuando se situó en torno a 1,2, para después repuntar tímidamente hasta el 1,4 de 2008. Este cambio de tendencia se suele relacionar con la llegada de inmigrantes: en 2008 se registraron 155.000 nacimientos más que en 1995, lo que supone un incremento del 42%, aunque esta tremenda subida no se refleja en la tasa porque estuvo acompañada de la llegada de muchísimas mujeres en edad fértil.

De cada cinco niños que vienen al mundo en España, uno nace de madre extranjera, e incluso hay seis provincias donde la proporción supera el 30%: Gerona, Lérida, Tarragona, Almería, Baleares y Castellón. Dado que las extranjeras sólo suponen el 11,4% de las mujeres empadronadas en España, estas cifras han llevado a asumir unos cuantos tópicos sin contrastar, como ese que dice que las inmigrantes tienen más hijos. "Sí se constata que tienen una fecundidad más alta cuando vienen, pero adecúan su comportamiento al de la población autóctona -puntualiza Delgado-. Además, vienen a trabajar, no a tener hijos, y se topan con las mismas dificultades que las españolas, incluso ampliadas, ya que carecen de esa red social que sirve de tanta ayuda".

El déficit personal

La baja natalidad plantea problemas económicos, de sostenimiento del sistema, pero también puede dar lugar a frustraciones personales, por la incapacidad de satisfacer las propias aspiraciones familiares. "Entre las mujeres más jóvenes, se aprecia un déficit, una distancia entre los hijos que tienen y los que les gustaría tener", confirma Delgado. La maternidad se ha convertido en un reto, ha pasado de ser lo más natural del mundo a exigir una ardua estrategia de organización que abruma al más pintado. La palabra mágica es 'conciliar', algo así como conseguir que la maternidad no afecte al trabajo y que el trabajo no afecte a la maternidad, pero a menudo eso se parece demasiado a una ubicuidad imposible. Según el estudio del CSIC, de las mujeres nacidas en los 70 y en la primera mitad de los 80, casi un 10% ha sufrido discriminación en su empleo por tener hijos, un 20% ha visto limitadas sus posibilidades de promoción y otro 10% ha dejado de trabajar. Las estadísticas se vuelven todavía peores cuando hablamos de segundos y terceros hijos.

¿Qué se puede hacer? Una intervención decidida para incrementar la natalidad no se presenta nada fácil, porque gran parte de las dificultades se derivan de la estructura de nuestro mercado laboral, tradicionalmente refractario a la flexibilidad horaria y el trabajo a tiempo parcial. España es, además, uno de los países más rácanos en las ayudas a la maternidad y tiene mucho camino que recorrer en la provisión de guarderías. "Las jornadas laborales en España están entre las más largas de Europa, junto con Portugal, y los horarios de escuelas y centros de trabajo son a menudo incompatibles. Debería existir la posibilidad de prolongar los periodos de baja laboral por maternidad o paternidad, de manera remunerada, hasta que el niño tenga un año de edad. Y, naturalmente, habría que aumentar la disponibilidad de escuelas infantiles", enumera Pau Baizán, profesor de la Universidad Pompeu Fabra y director del Panel sobre Políticas en Contextos de Baja Fecundidad. Baizán ha estudiado la dotación de guarderías y ha encontrado importantes diferencias en la oferta entre las comunidades del norte y el sur de España, como un espejo de lo que ocurre en el ámbito europeo. "En los países escandinavos, la disponibilidad de escuelas para niños de entre 0 y 3 años es casi universal; de hecho, en países como Noruega el Estado garantiza una plaza. Pero también Francia provee unos niveles elevados".

"En el curso 2008-2009, el porcentaje de niños escolarizados entre los cero y los dos años en España se encontraba alrededor del 27,43%. El porcentaje de niños escolarizados en centros públicos alcanzaba sólo el 12,78%", recogen las investigadoras María José Hierro y Margarita Torre en su estudio '¿Querer es poder?'. Basta salir a la calle cualquier mañana para cruzarse con decenas de abuelos que maniobran con carritos de bebé o llevan a sus nietos de la mano; curiosamente, muchos están adquiriendo ahora unas destrezas que no llegaron a necesitar cuando sus hijos eran pequeños. Ellos son la guardería de buena parte de las nuevas familias españolas.

Los expertos hacen hincapié en un último reto: desde que esos abuelos fueron padres, se ha avanzado mucho en el reparto de tareas dentro de la pareja, pero aún queda camino por delante. En caso de colisión, se sigue dando por hecho que será la mujer quien anteponga la familia al empleo. "Sería interesante preguntar en guarderías y colegios qué teléfono tienen para casos de emergencia -sonríe Delgado-. Me temo que, en muchos casos, será el de la madre".