Sexualidad y relativismo

Por José Mª Montiu de Nuix, sacerdote, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa

Dos aspectos concurren en este momento histórico. Por una parte, en la actualidad está habiendo un gran desarrollo científico-técnico. Por otra, no pocas personas tienen un gran déficit de humanismo.

Los tiempos actuales aportan mucha asombrosa novedad por lo que se refiere tanto al campo de la sexualidad como al de la vida humana. Por un lado, en dichos ámbitos continuamente están apareciendo tantísimos nuevos descubrimientos científico-técnicos. Por otro, se está difundiendo una mentalidad que en relación a estas esferas juzga factibles tantísimas diversas nuevas opciones de conducta. Llegando incluso a admitirse que no se encuentra ningún problema en que las diversas pautas de conducta, que resultan enemigas entre sí, puedan llegar a realizarse.   

Se argumenta a favor de esta teoría que a más opciones, más liberación. Subyace aquí confundir “estar más desatado” con “ser más libre”. Esto es, se afirma que es más libre el que tiene más opciones. Olvidando con ello que, en realidad, existen vínculos que nos hacen más libres.

Dicha corriente ensancha el número de opciones posibles. Sin embargo, bajo una apariencia de respetuosa libertad, lo que realmente está haciendo es exaltar actuaciones muy atrevidas. Al mismo tiempo, de modo muy intencionado, tiende a silenciar las más bellas posibilidades: la virginidad, la fidelidad conyugal, el ideal del matrimonio como vocación y camino de santidad, etc. Subyaciendo, pues, aquí, que este presunto “discurrir” ideológico tiene mucho de irracional “presionar”, de fuerte “imposición”.

Así pues, la ideología que tanto pretende ensanchar el abanico, formado de diversísimas nuevas posibilidades de actuación, resulta algo que no merece crédito alguno. En efecto: admite que la persona, dada su libertad, puede afirmar la actitud “A”, como si quiere, la “no A”. La factibilidad, o afirmación, se hace depender meramente de la sola voluntad personal. Pero, afirmar que son igualmente factibles ambas actitudes, sin ver ningún problema en ello, es lo mismo que decir que tanto se puede asentar que “2+2 es 4” como que “2+2 no es 4”. O, si se prefiere, tanto es decir que “1 es 1” como que “1 no es 1”. Pero esto sería afirmar lo que por falso es inadmisible. Es decir, dicha teoría es tan manifiestamente contradictoria que sólo presentarse se autodesmorona.  

Por el contrario, la antropología perenne se apoya en la dignidad personal y no en una idea equivocada de libertad. La persona humana siempre habrá de tener la elegancia de comportarse de modo digno. Habrá de procurar lo que le es un verdadero bien. Evitando pues lo que en realidad le es intrínsecamente malo, lo que afea su alma. Es cierto que esto es la visión ética, normativa, del ser humano. Pero también lo es que este planteamiento es el único racional. Resultando ser éste muy superior al de una libertad tan ensanchada que ha dejado de estar comprendida dentro de la libertad o de la verdadera libertad. De hecho, moverse en la única realidad de las cosas supera a estar sumergido en el contradictorio abanico de interpretaciones. En suma, hay que recobrar el verdadero humanismo.

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