Carta a los reyes del mambo
05/01/2012
Acerca del polémico nombramiento de Carmen Vela como Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación
07/01/2012

Por Juan Manuel de Prada (Escritor) – Publicado en ABC el 7 de Enero de 2012.

El momentazo chusco del nuevo gobierno, entre la sarracina de los recortes y el subidón de los impuestos, nos lo ha deparado el nombramiento de Carmen Vela, científica de progreso, como secretaria de Estado de Investigación. Vela, a quien los peperos han puesto a velar por los embriones, actuó de maestra de ceremonias en el aquelarre de progreso en el que José Luis Cuerda, con sotabarba de ballenero y barrigón arciprestal, soltó su formidable invectiva:

—Para que no vuelva esa turba mentirosa y humillante, que piensa desde su imbecilidad que todos somos más imbéciles que ellos.

Y Vela, que es especialista en pestes porcinas, para impedir que volviese esa turba se afanó cual púber canéfora, ofrendando el acanto primero a Zapatero y después al candidato Rubalcaba. Pero los desvelos de Vela no bastaron para detener a esa turba, que nombrándola secretaria de Estado ha demostrado, al menos, que nadie la sobrepuja en imbecilidad. ¿Qué habrá visto el ministro Luis de Guindos en la científica de progreso Carmen Vela, para ponerla a velar por los embriones?, se pregunta la gente despistada. Para responder, ¡ay!, a esa pregunta habría que zambullirse primero en el cenagal de los complejos y traumas freudianos, que en el ministro Guindos deben de tener honduras de fosa abisal. Y no es para menos, porque ser nombrado ministro de economía después de regentar la sucursal autóctona del banco de inversiones que desplumó a medio mundo tiene su coña; es como nombrar inspectora de sanidad a la madama de la mancebía desde la que se propagó la sífilis.

Poniendo a una científica de progreso al frente de una secretaría de Estado Guindos alivia sus traumas; y, además, distrae la atención del personal, que así no se dedica a recordar que, después de regentar la sucursal del banco de inversiones que desplumó a medio mundo, se dedicó a pontificar sobre los remedios para combatir la crisis. En una entrevista concedida al «Diario de Navarra», hace apenas un año, Guindos peroraba, con un par:

—No hay que subir impuestos. El IVA, tampoco. La subida de impuestos no es buena. Los ajustes fiscales vía reducción de gasto son mucho más eficientes que los que se hacen con la subida de impuestos. Eso está demostrado.

—Y la subida de impuestos a las rentas altas, ¿contribuirá a reducir el déficit?

—¡Pero si es que esas rentas no son las de los ricos! —contestaba el cachondo de Guindos—. ¡Si es que los ricos no pagan impuestos! Tienen otras formas de evadirse: con fórmulas societarias, etcétera. Con esa medida lo que se hace es subir impuestos a la gente más productiva, que es la que estamos buscando. —Y añadía: —Lo que habría que tener es una estructura fiscal que recaude eficazmente, pero que no distorsione las decisiones ni de consumo, ni de inversión ni de ahorro. (…) El impuesto de ahora sobre el ahorro es demasiado elevado. Y la subida del IRPF de dos puntos manda una señal contraria a lo que necesita este país.

Esto es como si un tío que ha cantado las loas del «jogo bonito» se cae del guindo e impone el «catenaccio» en cuanto lo nombran entrenador del Real Madrid. Y, antes de que lo acusen de trolero y zascandil, ficha para distraer a un jugador del Barcelona que se haya destacado por sus desprecios a la parroquia madridista. Cada uno resuelve sus traumas como puede; aunque sea dando la razón a quienes lo han calificado de mentiroso, humillante e imbécil.

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