Civismo ¿con dosis de incivismo?

Conclusión del informe del Comité de Bioética de España sobre maternidad subrogada
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Valoración jurídica y ética de la proposición de ley sobre el final de la vida propuesta por ciudadanos
08/06/2017

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

La libertad anda suelta, pero no puede ir por donde quiera haciendo lo que le dé la gana. No lleva un GPS de civismo incorporado. Desde la familia se debe aprender, como primera regla en el Juego de la Vida, que somos totalmente responsables de todo lo que decimos, callamos, hacemos o dejamos de hacer. Y tanto lo uno como lo otro afecta a los demás y a la naturaleza.

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

La libertad anda suelta, pero no puede ir por donde quiera haciendo lo que le dé la gana. No lleva un GPS de civismo incorporado. Desde la familia se debe aprender, como primera regla en el Juego de la Vida, que somos totalmente responsables de todo lo que decimos, callamos, hacemos o dejamos de hacer. Y tanto lo uno como lo otro afecta a los demás y a la naturaleza.

En ese juego de la vida, hay jugadores que comparten con nosotros espacio y tiempo. Todos los jugadores estamos sometidos a unas reglas. Podemos disfrutar y modificar el ambiente en que vivimos, con nuestra actitud y nuestra creatividad. Todos podemos crear mejores condiciones, facilitar la vida o degradar el ambiente y entorpecer el progreso. La evolución es un avance en inteligencia, en convivencia y consciencia.

No se trata tanto de información, de la que estamos saturados (a muchos los desborda), sino de asimilación personal. El crecimiento humano necesita una convivencia libre pero solidaria. Con otras palabras, la creatividad y la convivencia deberían ir unidas a la inteligencia y a un comportamiento ético personal.

Si la creatividad no va unida a la inteligencia y a la ética universal y personal, no engrandece, no humaniza, es destructiva de las personas, de la sociedad y del mundo.

Los responsables de la sociedad (profesionales y políticos) no suelen poner el acento en los comportamientos éticos, solidarios y creativos de los ciudadanos.  Tampoco en el esfuerzo y la excelencia. Obtener el título de la ESO con suspensos, es degradar la enseñanza. ¿Es de extrañar que el incivismo sea creciente, y altamente destructivo?

Mostrar lo que sucede, no es suficiente.

Ni en las televisiones ni en los medios escritos, se hace otra cosa que «mostrar lo que sucede«, sin que nadie se atreva a poner coto, ni emitir una ordenanza clara y contundente, que proteja y defienda a la mayoría de los ciudadanos.  «Mostrar» es «exponer a la vista», pero  también, tiene acepciones mucho más preocupantes como «indicar, señalar, advertir, orientar, aconsejar, sugerir, encaminar, guiar«.  De esto no se habla. Se necesita una crítica, o un criterio, que no siempre se da en el espectador, ni se ofrece en los medios.

¿De verdad señores responsables de esos medios que «mostrar lo que sucede» todos los días varias veces, no induce a «imitar» el mal ejemplo y la violencia que en imágenes arrojan sobre nuestros niños atentos y atónitos? ¿Cómo se atreven a lavarse las manos, con su maldito share, si están envenenando el corazón de los niños y los jóvenes?

 «El dinero» no puede ser la medida de ningún valor. Tampoco «la libertad de expresión» puede erigirse como bandera de todos los derechos reales o inventados; ni la «afinidad partidista«, criterio de justicia. ¿Nos está diciendo-el Tribunal Supremo- que el insulto, el desacato, la coacción o el no presentarse a una citación ante el tribunal, está permitido para algunos porque la justicia en este país no es igual para todos?  O miente el fiscal o los autores se van de rositas. Porque «-según el relato del fiscal- insultaron a los trabajadores y a los empresarios, llamándolos entre otros epítetos «sinvergüenzas, fascistas, hijos de puta». Además, causaron diversos destrozos, como partir candados, inutilizar cerraduras, desinflar las ruedas de un tractor, etcétera, todo ello para impedir el desarrollo de la producción y que los trabajadores que deseaban trabajar esos días no pudieran hacerlo» [enlace].

Estar, no es convivir. Ni al menos intentarlo.

No sé si se puede enseñar a vivir, pero debería enseñarse a convivir. ¿No debería haber alguien, en las familias, en los colegios, en los pueblos y ciudades, que diga, que el respeto a los demás, a su persona, sus opiniones, y su legítima propiedad son absolutos para que nadie tenga que tomarse la justicia por su mano? Que los que están y los que lleguen tengan claro:«Cumplid vuestros deberes para que sean respetados vuestros derechos».

Ir incluso un poco más allá. Los elementos comunes, que son de todos, deben ser más respetados que lo son actualmente. Quiero decir, que la calle, las aceras, las papeleras, las farolas, los contenedores, y todo el mobiliario urbano, los jardines y los árboles, las fuentes y los ríos y los estanques, los coches aparcados, las casas con sus paredes en cada barrio… no se pueden pintar, ensuciar, romper o destrozar. Algunas ciudades, están…de pena.

¿Tenemos que soportar, por el maldito dinero, el turismo sexual o el turismo de borrachera, de botellón o de orgía, que deja , calles, plazas, hoteles y playas no solo sucias y peligrosas para los niños, imposibilitan el descanso de los vecinos, y el desarrollo normal de la actividad diaria?  ¿Por qué tiene el ciudadano responsable que correr con los gastos de retirada de basura y mierda de las calles, playas o lugares, donde esos turistas acampan libremente, orinan o defecan, rompen vasos o botellas y no se cobra una tasa para ese fin? (Podría devolverse o reembolsarse, si procede, previa comprobación).

¿No entra dentro del sueldo de las autoridades del país, hacer que se cumplan las normas de convivencia y se respeten las instituciones, a las fuerzas del orden,  a los monumentos, a la bandera nacional, a su himno, y cada uno de los ciudadanos y sus bienes? ¿Nadie se atreve a decir que los demás también existen y tienen sus derechos? ¿Por qué ese miedo a decir la verdad aunque reste votos? En otros países, primeros ministros valientes, votados y respetados, tienen criterios claros, la dicen, aunque no gusten a todos.

¿Para cuando una ley de respeto a la vida humana desde el principio hasta su fin natural? ¿No merecen los humanos, al menos el mismo respeto y protección que el que se exige para los animales? ¿Por qué no es políticamente correcto maltratar a un animal pero se vende como derecho acabar con la vida de un niño? ¿En qué ética se sustenta? ¿En qué justicia?

El inicio de los jóvenes en el acoso, en el alcohol, en las drogas, en el sexo se hace a una edad cada vez más temprana. Lo saben los padres, los profesores y las autoridades, pero los políticos parecen estar más pendientes del adoctrinamiento, que de hacer leyes y personas responsables.

El deterioro de la convivencia de pareja, los malos tratos y muertes de personas cada vez más jóvenes ¿no muestra a los políticos, a las autoridades locales y a los jueces que no estamos enseñando a convivir, sino a que se imponga el fuerte sobre el débil, y que las sentencias, en la mayoría de los casos, están favoreciendo al infractor?

Convivencia y reciprocidad de y con los que llegan.

¿Nadie tiene obligación de enseñar y decir a quienes llegan que si han venido libremente a España, deben procurar hablar nuestro idioma en un plazo razonable, conocer nuestras costumbres y respetarlas, obtener permiso de residencia legal y un trabajo, y no empezar desde el primer día, reclamando atención sanitaria, ayuda a la maternidad, papeles, educación especial para escolarizar a sus hijos por desconocimiento del idioma, subvenciones sociales y medios para desarrollar su cultura o para practicar su fe?

¿Cuántas veces tienen que jugarse la vida los agentes del orden para arrestar a ladrones, detener a infractores delincuentes o mafiosos y ponerlos ante la justicia…  para verlos salir al cabo de un rato, riéndose en su cara, aunque sean incontables los arrestos? No todos los delincuentes son extranjeros, ni todos son enfermos. Tampoco están «locos». Si fueran enfermos podrían curarse.

Todo indica que en Europa, la difusión de la mentalidad yihadista/terrorista es un hecho. Y comienza en la formación de la conciencia de los individuos concretos y de los creyentes en particular. Por lo que la influencia parte de quienes tienen acceso a esa formación de conciencia: familia, escuela y dirigentes religiosos. Cualquier acción preventiva tiene que seguir esos cauces, además del avance de los medios tecnológicos y la repercusión que las acciones concretas tienen en los medios comunicación. Sin pretenderlo, cuando «muestran los hechos»,  llaman a «imitarlos».  Los atentados son cada vez más parecidos a los anteriores.

Desenmascarar a quien les apoya. Lo acaban de hacer los países, que no acogen emigrantes, pero saben quién está detrás. Un paso: Arabia Saudí, EAU, Bahréin y Egipto cortan sus relaciones con Qatar por “apoyar al terrorismo”. Quien mata en nombre de Alá, es un asesino y ese «Ala»  que crean, sería el más perverso criminal.

Si algunos líderes europeos, han comenzado a decir que hay «demasiada tolerancia con el extremismo», -forma suave para no llamarlo terrorismo islámico-, será que comienzan a darse cuenta de la amenaza.

¿Por qué no se exige reciprocidad en el respeto a las creencias, imágenes y templos, a los países de las personas que son acogidas como inmigrantes o refugiados? ¿Por qué no se exige a los países musulmanes el mismo respeto a los cristianos, aunque sean allí minoría, que el que se les dispensa aquí a las minorías religiosas que han llegado? No se olvide que están masacrando a cristianos en sus iglesias, en los autobuses, o encarcelándolos bajo la acusación de blasfemia imposible de probar y encerrándolos en mazmorras durante años, sin juicio ni condena.

Lo que sucede un día sí y otro también en el Reino Unido, Alemania, Afganistán, Turquía, Egipto, Filipinas, Estados Unidos o en España, son avisos para estar alerta, pero no resuelven el problema. Los partidos democráticos, tienen que clarificar sus alianzas y su estrategia cuando reclaman el voto «útil» venga de donde venga. En Bilbao, Valladolid, en Sevilla y en Málaga, en Cataluña y en Madrid ha habido intentos graves, que no han culminado en tragedia, porque la policía está alerta y hasta ahora ha llegado a tiempo.

La post-verdad, nueva forma de mentira.

Hemos entrado en la cultura y en la política post-factual.  Lo que aparenta ser verdad es lo que se transmite. Lo cual es una estafa, es mentira, es pura ideología, manipulación y propaganda, (según Wikipedia). Se falsifican los hechos dándoles una importancia secundaria.

Apuntalar el andamiaje ideológico permite reprimir, descalificar, marginar o perseguir a quien discrepe de lo políticamente correcto, de la ideología de género, de los derechos de la mujer, del ataque al matrimonio y la islamofobia.

Las leyes de occidente, han deconstruido la historia en los últimos 50 años, sobre todo de Europa, marginando la influencia de la ética y religión. Con la imposición ideológica de género, atacando la vida, matrimonio  y la familia y enfrentando al hombre contra la mujer, han desamparado al niño, es decir al hijo o a la hija.

Por eso, seamos claros, la cristiano-fobia va en aumento, en Europa  y en el mundo, también, en los países islámicos donde el cristianismo es minoría. Copio el texto de un amigo, Elentir Vigo, que no intenta engañar, sino desenmascarar. No inventa, escucha a los valientes.

Es un artículo titulado: «Las peligrosas coincidencias entre las élites europeas y los países musulmanes».»Si la élite política de Bruselas quisiese de veras ayudar a esos pobres que emigran a Europa, lo haría ayudándoles en sus lugares de origen. Pero si lo hiciese, esa élite perdería una valiosa excusa para minar las raíces cristianas de Europa y para mantener, aunque sea malamente, las redes clientelares que han creado con el Estado del Bienestar. Por eso cada nuevo atentado supone un nuevo reto para esas élites, un reto que implica buscar las formas más disparatadas de disfrazar o disimular el terrorismo islamista para evitar, en lo posible, que se genere una reacción contra el Islam en Europa…Por eso prefieren hablar de “terrorismo internacional” o incluso de “terror”, a secas. Por otra parte, concretar también podría dejar al descubierto el vacío moral que promueven esas élites políticas en Europa mediante el progresismo y el relativismo, un vacío que no consiguen llenar ni por asomo las constantes y vagas apelaciones a la tolerancia. Un vacío que lleva años desarmándonos ideológica y moralmente frente a un enemigo convencido de sus ideas hasta el fanatismo» [enlace].

Si no creen al periodista gallego citado,  vean  lo que dice la Primera Ministra de Polonia, en el Parlamento sobre la inmigración y la seguridad, pronunciado en el Parlamento de Polonia el 24 de mayo de 2017.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa