"Todo está consumado, todo está cumplido" Jn 19,30

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa)

Fueron las últimas palabras de Jesús de Nazaret, clavado en la cruz, agonizante, justo en el instante antes de morir: "Todo está consumado, todo está cumplido".

Son importantes, porque son las últimas, las que lo dicen todo, resumen todo y lo encierran todo. Pero además por ser las últimas, antes de partir, del ser más importante que ha pisado la tierra.

En el viernes, lejos de ruidos y tambores, en silencio, alguien busca entender, algo de lo que dijo el moribundo ajusticiado, a las afueras de Jerusalén.

Lejos de las trompetas y tambores de las procesiones, lejos de las saetas, se fue a hablar con el hermano jardinero, al comenzar la primavera en Silos. El jardinero le explicó cómo la secuoya y el ciprés siguen creciendo desde dentrocon 135 años. Y lo hacen en silencio. Eso es lo esencial, dijo, para entender algo: el silencio y el interior. Y se fue... porque pronto comenzaban los oficios.

El viajero, se acomodó en un rincón. Le pareció escuchar aquella última palabra: Todo está acabado y perfecto. Todo está decidido y realizado. Todo terminado y logrado. Todo completo y cabal. Todo íntegro y total. Todo finalizado y resuelto. Todo hecho y único. Todo lo programado se ha cumplido. Todo lo anunciado y profetizado está presente. Todo lo empezado concluido. Y todo lo que se buscaba o se pueda buscar está aquí. Todo, por amor en un madero, levantado entre la tierra y el cielo, terminado. Todo perfecto, para siempre. La vida entregada hasta la última gota y el último aliento humano del Dios - hombre, único. Un cuerpo apuntando a los cuatro puntos cardinales, infinitud del infinito. Todo, para siempre, aquí y ahora.

Solo hay que crecer en silencio. Nada está perdido. Todo ha sido alcanzado. Todo es posible. De una forma o de otra, cada uno a su manera. Para todos y por todos, para siempre.

Como no sabía rezar, al ver la Cruz, pensó en el Cristo de la Buena Muerte. "Tú, Rey de las bondades, que mueres por tu bondad, muéstrame con claridad la Verdad de las verdades, que es sobre todo verdad" (Pemán).

"Quiero decirte mil cosas, que no sé cómo decirte". Si está todo consumado y todo dicho..., ¿para qué decirte nada? Mejorserá ser consciente y ver. Solo admirar y vivir. Sentir y compartir. Sentirse amado y ... agradecer.Pero...¡No sé rezar!

Pensó, para sus adentros...Hay tantos que intentan salvar y lo empeoran todo, cada día. Tal vez sería mejor no hacer nada, y aceptar que solo hay un Salvador, que lo dio todo y lo ha consumado todo, o todo se acaba en él, o por él. Fue su palabra última. La tuya, claro, Jesús.

No sé por qué, he dejado el camino de peregrino que traía para llegar hasta aquí, y verte clavado, como siempre en esa cruz.

Se estremeció con su pensamiento. Cerró los ojos... para recordar el poema que le vino a la mente. Sin darse cuenta donde estaba, terminó murmurando parte del soneto..."pues aunque lo que espero no esperara,/lo mismo que te quiero te quisiera".

Salió a la calle, envuelto en sus " delirios verticales, mudo ciprés en el fervor de Silos". Iba despacio y pensativo, al caminar por la acera que bordea el histórico muro de la Abadía Benedictina. 

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