Los conflictos de intereses enturbian el mundo de la ciencia.

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Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética y Presidente de CiViCa. Publicado en Páginas Digital el 15 de Octubre de 2018.

Hacer ciencia supone el deseo de profundizar en la verdad. La ciencia trata de encontrar explicaciones a los fenómenos naturales y de hallar aplicaciones útiles para la humanidad por lo que, para hacer frente a este reto, los científicos deben estar armados no solo de grandes cualidades intelectuales sino también éticas. No basta con una mente abierta y una inteligencia especial para hacerse preguntas, plantear hipótesis, elegir unos materiales y unos métodos de experimentación, y tras abordar el trabajo, aceptar o desestimar la idea de partida y extraer unas conclusiones que aporten algo nuevo. Es evidente que el rigor, la transparencia y la honestidad deben primar en sus acciones. Estas cualidades deben extremarse cuando, terminado el trabajo, vayan a darse a conocer los resultados mediante una publicación. Esta fase es trascendente para compensar el esfuerzo de quien o quienes la hayan llevado a cabo y de quienes la hubiesen facilitado.

Pero publicar los resultados de una investigación no es una tarea fácil y exige una serie de condiciones. Habrá que ser conciso en la exposición de los objetivos, resultados y conclusiones, honesto en el respeto de lo evidente y aceptación de los resultados contradictorios, sincero en el manejo de las citas y las aportaciones de otros investigadores, transparente en la comunicación y franco en la declaración de quién y cómo se financió la investigación. Todo este conjunto de preceptos básicos han de formar parte de una especie de juramento hipocrático del científico.

Sin embargo, lo cierto es que nadie diseña racionalmente los derroteros de la ciencia actual y los miles de grupos de investigación en los países más desarrollados, impulsados por intereses personales o directrices políticas o sociales, trabajan repetidamente en los mismos problemas e impensadamente duplican sus esfuerzos, se pisan o se interfieren los objetivos, se pierde mucho tiempo y se produce una presión competitiva que puede arruinar la efectividad y el poder creativo de la ciencia.

Aun siendo una actividad muy atractiva, conviene hacer una reflexión sobre la inseguridad con la que a veces trabajan los investigadores, no por sus propias carencias o falta de ética, sino también por falta de unas normas reguladoras de la actividad que desarrollan.

Uno de los problemas que más ha crecido en relación con la divulgación de los resultados de la investigación es el de los “conflictos de intereses” que, aunque pueden afectar seriamente a la objetividad de la investigación, son ignorados o no considerados de importancia por muchos investigadores, a veces por falta de claridad de las revistas científicas.

Pero ¿qué es un conflicto de intereses? Diversas instituciones y editores definen de diferente manera el conflicto de intereses. Así, el International Committee of Medical Journal Editors (ICMJE), el principal órgano mundial implicado en dar las recomendaciones de conducta y emitir informes en relación con la edición y publicación de trabajos académicos en revistas médicas, dice que: la confianza pública en el proceso científico y la credibilidad de los artículos publicados depende en parte de la transparencia de los conflictos de intereses en la planificación, ejecución, escritura, revisión, edición y publicación de trabajos científicos. Y señala como conflicto de interés el hecho de que un interés primario (tal como la validez de una investigación) se vea influenciado por un interés secundario (tal como una ganancia económica). Las prestigiosas revistas Nature, Science y otras advierten a sus potenciales autores que declaren este tipo de situaciones en sus colaboraciones.

Pero los conflictos de intereses no sólo afectan a los autores ni son solo de carácter económico. También pueden implicar a los propios editores, los revisores de los artículos y los miembros de los comités editoriales de las revistas. Es algo parecido a lo que sucede en el mundo académico, cuando para otorgar un título de doctor, además de la bondad, originalidad e interés del trabajo realizado por el candidato, se pone a prueba la imparcialidad y honestidad del tribunal que ha de juzgarlo.

Tampoco es exclusivo del mundo de la ciencia. Aunque aquí nos refiramos particularmente a esta noble actividad, qué no decir de otros ámbitos de la política o de la sociedad…

Una de las situaciones más típicas de conflicto de intereses en las publicaciones científicas se da cuando los autores, los revisores o los editores de la revista en la que se pretende publicar tienen alguna relación a modo de un beneficio económico con una empresa industrial que subvenciona el trabajo de investigación. Es también el caso de no declarar que detrás de una investigación haya patentes que pueden experimentar ganancias o pérdidas por la publicación de un trabajo científico.

Pero en el mundo de la investigación, como en el de la política, hay muchos otros tipos de conflictos de intereses, incluso sin carácter financiero. Por ejemplo, cuando se incluye en un comité de una empresa editorial supuestamente imparcial a personas interesadas en dar un sesgo a determinadas ideologías en el mundo de la educación. Conflicto de intereses es también el comportamiento de un autor que plagia el trabajo de otro, o el revisor de un trabajo de investigación que utiliza las ideas del manuscrito que llega a sus manos en su propio beneficio. O también cuando se acepta la publicación de un trabajo mediocre simplemente por ser amigo de alguno de los autores, o lo contrario, se rechaza, aun siendo un buen trabajo por venir de un competidor directo. Todo un mundo de situaciones cada vez más frecuentes en campos altamente especializados. También pueden surgir conflictos de intereses por otras razones que impiden una revisión imparcial, por discrepancias en ideas políticas o religiosas relacionadas con el tema de la investigación.

¿Qué se puede hacer ante todas estas situaciones? Lo cierto es que no es fácil, pues no lo es juzgar sobre algo que afecta a quien ha de tomar una determinación en un asunto que le afecta por razones de sus propias ideas o por estar implicado en un trabajo relacionado. Por ello, las principales revistas de investigación, como Nature, Science, Cell, etc., han incorporado entre sus editores y revisores personas de una probada honestidad y elevado prestigio, entrenadas en la detección del más mínimo atisbo de conflictos de intereses, y han impuesto unas reglas rigurosas a sus potenciales autores. Como aspectos importantes a declarar en relación con los conflictos de intereses se exige especialmente transparencia en la fuente de financiación y el origen de los datos que se manejan en el estudio objeto de la publicación. Al margen de otras causas de fraude, no es infrecuente descubrir a posteriori de una publicación que un investigador, un revisor o un editor ocultó un conflicto de intereses, que al descubrirse echa por tierra la reputación de la revista y de quien o quienes encubrieron el hecho.

Como ejemplo reciente está la dimisión a la que se vio forzado el Dr. Josep Baselga, como director médico del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, tras hacerse responsable de haber omitido en sus publicaciones importantes aportaciones económicas por parte de empresas farmacéuticas. Un error lamentable que no ha de echar por tierra la excelente trayectoria como oncólogo de gran prestigio del Dr. Baselga, pero que revela la dificultad de navegar en el mundo de la investigación sin riesgo a tropezar con los conflictos de intereses. Tras pedir disculpas el Dr. Baselga se ha comprometido a revisar y corregir cerca de una veintena de publicaciones en las que había omitido la implicación financiera de varias empresas.

En definitiva, los investigadores que desean publicar los resultados de sus investigaciones deben declarar los conflictos de intereses, de conformidad con las directrices de las revistas científicas, pero la transparencia, que es la clave para el sistema de revisión por pares que prima en las publicaciones científicas afecta también al resto de los actores del sistema, los editores y revisores. Está en juego no solo la reputación personal de los investigadores sino algo más importante como es el avance del conocimiento del que depende nuestro estado de bienestar.

Nicolás Jouve de la Barreda
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá. Presidente de CiViCa.