La flor que se sopla y vuela.

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Por Jose Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en Esperando la Luz el 14 de mayo de 2023..

Los colores de la vida pueden verse algunos días en forma de paleta en el cielo. Los rayos del sol al chocar con el agua producen el efecto llamado “Arcoíris”.

El Sol, el agua y la posición de quien lo contempla, importan. El arcoíris, es un fotometeoro, es decir un haz de luz concreto que se muestra en la atmósfera. Está compuesto de 7 colores y siempre aparecen en el mismo orden de superior a inferior: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo (añil) y violeta.

El físico Isaac Newton, usando un par de prismas, demostró que la luz blanca se podía descomponer en siete principales bandas de colores.

Pero los humanos estamos más acostumbrados a ver los colores de forma más cercana y hasta podemos tocarlos en las flores. Desde muy pequeños los niños con estuche de colores aprenden a pintar, incluso antes de hablar.

Cuando podemos verlo, siempre nos sorprende el arcoíris. Pero, por su variedad y su hermosura, las flores, también suelen sorprendernos, y están cerca de nosotros, en casa, en los jardines y en la naturaleza.

Los abuelos y los papás suelen enseñar a los niños que hay “una flor que se sopla y vuela”. Así que probablemente, muchos la han tenido en sus manos, y hasta saben que al soplarla para que se disperse y vuele, suelen pedirle un deseo. Es tan frágil que, al volar, se alza y detiene su vuelo y se posa dónde quiere.

Sabemos que hay un motivo para todo, aunque no siempre sepamos las razones para que algo se produzca. Con paciencia y estudio tal vez algún día descubramos las razones de lo que hoy ignoramos. Este mundo está ahí para aprender a amarlo y, cuanto más sepamos de él, mejor lo respetaremos.

“La flor que se sopla y vuela” y sus leyendas.

Aunque nace directamente del suelo, no tienen tallo, y se ha convertido en leyenda. El nervio central puede tener un color rojizo. La forma de las hojas de esta planta se asemeja al diente de león, de ahí su nombre.

Es una planta herbácea que agrupa muchas flores en miniatura. Puede contener hasta 200 florecillas en una sola cabeza de flor, las mismas que con un leve soplido se sueltan, se esparcen y vuelan. Se encuentra fácilmente en los caminos, pastizales, prados, en las tierras de siembra directa, y sobre todo en jardines, y parcelas privadas. Por ello muchos la consideran una mala hierba, es decir, una planta que crece en un lugar donde no se desea que crezca. Generalmente este concepto se aplica a las especies que crecen en los cultivos.

Esta flor es única y especial por muchas razones, porque es como el Sol, y a veces como la Luna, y cuando hay viento o la soplan, en su vuelo se parece a las Estrellas.

En realidad, es una potente planta medicinal silvestre de la raíz a las hojas.

Algunos aconsejan probar el café de raíz de diente de león, es exquisito.  Se lava la raíz y se prepara cortada en trocitos. Se deja secar un día. Se tuesta (según los gustos) y luego se muele en un triturador de granos de café. Tiene un sabor a café-caramelo delicioso. Limpia el hígado.

Tiene una reputación medicinal y también una cara mística asociada con el bienestar. Además de vivir en el suelo y poder volar, esta flor es comestible. Sus partes comestibles son las hojas, frescas o menos frescas, aunque estas últimas no se suelen consumir crudas. Se puede cultivar en los huertos para las ensaladas o infusiones.

La revista “La mente es maravillosa”, señala que en los siglos X y XI los médicos árabes se servían de esta especie silvestre para elaborar remedios capaces de combatir el dolor de los dientes, los problemas urinarios, la anemia, el estreñimiento, la artritis y las irritaciones de la piel.

Los estudiosos han descubierto que la planta “diente de león” está conformada por muchas flores individuales en miniatura, llamadas flores liguladas, que se abren al amanecer y se cierran por la noche. Esto les ha otorgado un atractivo único para muchas culturas. Con el tiempo han descubierto que tiene muchas propiedades, tanto nutritivas y culinarias  como curativas, tales como vitamina A, C y K; hierro; potasio; calcio; magnesio; zinc. También contiene antioxidantes naturales que ayudan a combatir el daño celular causado por los radicales libres.

Los médicos ya desde antiguo, se servían de ella para elaborar múltiples remedios. Se usaban para la fiebre, el dolor de muelas, los problemas urinarios, la anemia, el estreñimiento, la artritis, la diabetes, los problemas de la vesícula biliar, la acidez estomacal, las irritaciones de la piel, etc.

Incluso hoy se aprovecha para realizar productos farmacéuticos naturales, para problemas gastrointestinales o del hígado, según prescripción médica de catarros y gripes. Se usa en casos de cistitis; mejora el funcionamiento de las vías respiratorias; combate el reumatismo; alivia el dolor de garganta, la tos y la afonía (gárgaras). Dicen que no conviene abusar y lo recomendable es tomarlo dos veces al día, antes de las comidas.

Sobre esta pequeña planta, hay varias leyendas.

1)      El diente de león es una planta mágica que se relaciona con el aire. Está regida por Júpiter y es considerada una planta masculina. Su color característico se debe al Sol. En el lenguaje de las flores, esta planta mágica simboliza el amor, la felicidad, la fidelidad y los deseos.

Se dice que como hijos del sol y de la luna tenían por encargo de encender las luces en el cielo al caer la noche. No siempre lo hacían.  Por eso, un día el sol se enojó y les envió un fuerte viento que las trajo hasta la Tierra.  Sin embargo, les concedió la gracia de ser pequeños soles (como su padre), para el planeta y sus habitantes. Pero siguen extrañando su antiguo hogar en el firmamento, por eso en forma livianas intentan regresar a los cielos.

2)      Como planta mágica es producto de las hadas y no quiere ser pisada.  Cuenta la leyenda que hace miles de años, cuando el mundo estaba poblado por hadas y duendes aparecieron los humanos. Debido a su pequeño tamaño, estas mágicas criaturas, pasaban desapercibidas para los humanos que sin darse cuenta las pisaban. 

Pero las hadas que habitan en su interior, cansadas de ser pisoteadas decidieron adoptar una apariencia más llamativa. Se vistieron de color dorado semejante al sol. Puede retraerse si la van a pisar, e incluso en ese caso tiene una rápida recuperación, que se debe a la magia del hada que habita en su interior.

Son muy eficaces a la hora de responder a los deseos de las personas que al soplar sus semillas piden algún deseo.

3)      El diente de león fue escogida por un ángel.

En 1908 comenzaron a publicarse semanalmente varias leyendas que eran muy apreciadas tanto por los niños como por los jóvenes. En 1918 esos relatos fueron recogidos en un libro titulado: La hora de los niños.  Años más tarde se convirtió en todo un volumen de cuentos y leyendas.

Según los padres y los escritores, el momento para despertar la imaginación y la fantasía de los niños son los atardeceres.  Posiblemente ha influido un poema de Henry Wadsworth Longfellow en cuyos versos explicaba que, al atardecer, era el momento ideal para forjar o descubrir una leyenda.

Se cuenta que los ángeles de la naturaleza se reunieron un día para que cada uno decidiera qué elemento representar o proteger ya fuera un río, un lago, una montaña, un árbol, una piedra o una flor.

La mayoría decidieron rápidamente. Pero la indecisión de uno de estos seres de luz lo llevó a preguntar antes de escoger.  Así que después de hablar con el tulipán, la rosa, la azucena, la dalia, la peonia, la hortensia y el lirio, el ángel de la naturaleza se sentó desanimado sobre una roca del camino.  Allí descubrió casi por casualidad a una flor amarilla, discreta y muy sencilla. Cuando charló con ella notó que su único fin era vivir a donde el viento la llevara, ya sea el aire, lluvia, tierra o al borde de los caminos.

El cariño que el ángel desarrolló por su querida flor fue tan grande que le otorgó un gran poder: cada vez que los niños soplaran sus semillas, uno de sus deseos se haría realidad.

Pero la taraxacum officinale, fascina por su transformación y hechiza con las leyendas extraordinarias que se han construido a su alrededor. Incluso sobre esta planta sencilla se ha erigido toda una antropología de lo místico.

El ángel indeciso, después de hablar durante muchos días con las diferentes flores, había descubierto que unas se enorgullecían de su aspecto, otras de su aroma, y algunas por estar cerca de los humanos, y ser escogidas como adornos. Pero como la mayoría de las flores resultaron ser egoístas y engreídas, ninguna lograba cautivar al ángel de la naturaleza.

Cuando descubrió esta flor discreta, resulta que era sencilla y optimista, que no deseaba vivir más que donde el viento la llevara, y crecer en cualquier lugar del mundo. Ella amaba la tierra, el cielo, la lluvia y cada elemento de la naturaleza. No pedía más. Eso sí, estaba a disposición de todos, -en el lugar que estuvieran- y le gustaba hacer felices tanto a los adultos como a los niños.

Ante la sorpresa de cuantos ya habían escogido, el ser de luz indeciso relató por qué había escogido al “diente de león”.   Y expuso abiertamente su razón: “Nace siendo una bola de fibras amarillas o rojizas, muy semejante al astro que nos da la vida, el Sol. Más tarde, adquiere una forma redonda, esponjosa y de color plateado, como la Luna en las noches de verano. Seguidamente, para esparcir sus semillas, se separa y recorre grandes distancias, como pequeñísimas Estrellas fugaces llevadas por el viento”.

Esta planta mágica tiene unas semillas tan ligeras que permiten que el aire las transporte fácilmente y quienes las aprecien, pueden disfrutar al soplarlas, y hasta verlas volar mientras su deseo se hace realidad. Ni siquiera necesita ser polinizada por las abejas.

Al caer la tarde, tanto los pequeños como los mayores pueden descubrir en la naturaleza que en la flor mágica que vuela, hay un niño o un ángel, un poeta y un sueño, grande o pequeño, que puede hacerse realidad. Todo depende de la luz y el reflejo de inspiración que surja en cada uno.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa