Personas de riesgo y ancianidad

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Por José Luis Velayos, Catedrático Honorario de Anatomía y Neuroanatomía de la Universidad de Navarra. Catedrático Honorario de Neuroanatomía de la USP CEU. Fue Catedrático de Anatomía en la Universidad Autónoma de Madrid. Recibido el 30 de abril de 2020.

A propósito de la pandemia del COVID 19, se habla de personas de riesgo, y son especialmente los ancianos, que serían las personas más vulnerables (más que los jóvenes), en gran parte debido a su menor resistencia inmunitaria. También se dice que los niños son muy vulnerables, y en consecuencia,  transmisores.

¿Qué es la ancianidad?

Perdemos unas 100.000 neuronas diariamente, poniéndose en marcha mecanismos de suplencia a partir de los 40 años, que aminoran los efectos del envejecimiento.

En la Biblia se habla de la gran longevidad de los Patriarcas, entre ellos, Matusalén (aunque los parámetros temporales que usan los autores no son los actuales). Y se habla del anciano como depositario de la sabiduría y de la sensatez. Se le trata con gran respeto.

Fueron (y son), entre otros, ancianos influyentes en el mundo: San Juan XXIII, que convocó el Concilio Vaticano II, San Juan Pablo II que en su ancianidad escribió y viajó de forma abundante, Benedicto XVI, ya anciano,   impulsó el diálogo fe – razón, frente a la llamada por él “dictadura del relativismo”, el Papa Francisco, que asombra con su prodigiosa vitalidad.

Y en cuanto a personajes políticos, hay que recordar a Adenauer (elegido canciller de Alemania a los 73 años, gobernó durante 14 años), a de Gaulle, que rigió la República Francesa siendo ya provecto, a Franco, que permaneció en el poder casi cuarenta años, a  Isabel de Inglaterra, reina desde los años 50 del pasado siglo, y otras más personas, que constituyen lo que se ha dado en llamar la gerontocracia, es decir, el gobierno de los ancianos.

Características de la ancianidad.

No todos los abuelos son viejos. Los hay jóvenes y los hay mayores.

En el abuelo mayor se dan varios de los siguientes fenómenos:

Cambios en la memoria, como es la disminución de  la fijación, más que de la evocación. La memoria declarativa cambia poco en el anciano. Todo esto explica que tienda a repetir “historietas”,  contar siempre las mismas “batallitas”, creyendo que no las ha contado todavía.

Se tiende a definiciones largas, disminuye la fluidez verbal, se limita la formación de conceptos y resolución de problemas; pero no se afecta demasiado la atención.

Debido al envejecimiento de la corteza prefrontal, algunos se desinhiben, con comportamientos incluso eróticos.

El tiempo total de sueño disminuye, y especialmente el del sueño REM.

La proteína priónica celular, con una probable función antioxidativa, disminuye en cantidad en el encéfalo del anciano.

El encéfalo del anciano  presenta mayor número de fenómenos oxidativos que en el joven, pues el envejecimiento va con fenómenos de oxidación (hablando de forma coloquial: el material viejo está “oxidado”).

Hay una progresiva disminución de la acuidad visual; surge la presbicia, suelen aparecer cataratas, hay alteraciones en la audición y en los demás sentidos.

Algunos ancianos se preocupan con cierta ansiedad del estado de la cuenta corriente, de sus despistes, de la toma de medicamentos, de su función intestinal, de su tensión arterial, etc. Muchos tienden al pesimismo, no solo debido a su especial fisiología cerebral, sino también porque el anciano es más vulnerable a la enfermedad, o porque en algunos casos vive en soledad y se siente desatendido, o porque intuye que es una carga para los demás, o porque se siente marginado, como si la sociedad le hubiese “eutanatizado” en vida. Muchas veces es más dolorosa la indiferencia que la falta de cariño.

Algunos viven con más intensidad la piedad, no como refugio, sino convencidos de que lo que importa es una vida interior profunda.

Y algunos ancianos se hacen más activos, e incluso hiperactivos. La actividad mental y física es saludable, no solo para el anciano, sino a cualquier edad. La actividad significa vitalidad. Por eso, hay jóvenes que parecen viejos y viejos que parecen jóvenes. La actividad prolonga la vida. Cuanta más vitalidad, menor es el riesgo de contraer enfermedades y mayor la defensa frente a ellas; en consecuencia, se es menos persona de riesgo.

¿Qué es la juventud?

No se trata de cronología, sino de ilusión, ganas de ser útil, dar más importancia al futuro que al pasado, no encerrarse en el yo, relacionarse, ver el lado positivo de las cosas, etc. Médicamente se ha demostrado que viven más los individuos cargados de ilusiones que los  pesimistas.

En consecuencia:

No es cuestión de que el viejo se vista y se esfuerce en parecer joven, sino de que viva con ilusión su vida.

Son personas de riesgo los pesimistas, los tristes, los apocados, los derrotistas, porque ponen trabas a la vida. El pesimismo también se contagia.