A modo de conclusión.
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Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa). Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 2 de Diciembre de 2018.

En 2004 Enrique Miret Magdalena, analizando la crisis de valores en el mundo actual y más concretamente de España, se preguntaba ¿Qué nos falta para ser felices? Y apuntaba a «un nuevo modo de pensar y de vivir». Esa es la dirección.

El tiempo es implacable y sigue siendo verdad que «lo único que hacemos, en esa inconsciencia en que vivimos, es esconder la cabeza bajo el ala. Y, aunque los datos alarmantes que publican los medios nos deberían inquietar cada vez más, no reaccionamos de modo eficaz para evitarlos, y los organismos internacionales que hemos creado nos defraudan porque no resuelven apenas nada cuando hay un grave problema que afecta a la humanidad».

Es decir que, como dijo en su día el filósofo Heidegger, vamos por «sendas perdidas».

Luego, conocernos y darnos cuenta del entorno en que nos movemos, es clave para orientar el rumbo. Es un reto vital y cotidiano. Habrá que ignorar algunas realidades concretas, y aceptar, que ese conocimiento puede dar lugar a cambios.

Se impone el tomar conciencia y dar pasos.

El primero: dejar de ser negativos. «Desterrar de nuestros pechos…la avaricia, la ambición, la pasión de mando, la impiedad y el odio» (Erasmo de Rotterdam), pero también todas las emociones negativas. Con ellas no se puede avanzar; es decir, con intranquilidad, preocupación, impaciencia, desgana, disputa, envidia, enemistad, ira, odio, manipulación, hostilidad, enfrentamiento, rabia, cólera, enojo, rencor, intolerancia, crueldad, vileza, brutalidad, incluso con apatía e indiferencia, con enfado, culpabilidad o miedo, son pasos perdidos para la superación.

Por eso mejor tratar de encontrarnos y centrarnos en lo positivo. Tenemos más capacidades de las que utilizamos. Para nosotros mismos somos grandes desconocidos.  Y sin embargo, pese a que nos bombardean diariamente con casos de corrupción, falta de ética, explotación humana y muerte, somos muy confiados. Queremos salud, belleza, y poder a cualquier precio.

Somos perfectos desde el principio de nuestra existencia. Nuestro ser tiene capacidad para desarrollarse y regenerarse para crecer. Nuestra esencia es un tesoro secreto que debemos descubrir porque en él radica la fuente de la vida, de la juventud y de la felicidad.

Cuando el bebé nace, tan solo 9 meses después de concebidos, ya tiene -tenemos- 9 billones células. Algún tiempo después, contamos con 10 billones. Otra curiosidad del cuerpo humano es que «ya sea que crezcan nuevos cabellos, se desprenda la piel muerta o se renueven los pulmones, nuestro organismo se encuentra en un proceso incesante de transformación. De acuerdo con los científicos, el cuerpo humano se reemplaza completamente a sí mismo, de siete a diez años». Hablamos, únicamente del componente físico, mental y emocional, que por serlo, tiene fecha de caducidad.

Lógicamente el componente humano físico es limitado, nos sirve y mucho, pero no para todo. No sirve para darnos cuenta  que viajamos a gran velocidad cada momento, por el universo. Para saber eso, para hacernos grandes preguntas, tenemos otra parte de nosotros, muy desconocida: la consciencia, el espíritu, la esencia que somos.

El segundo: no somos peones del engranaje de la salud. Es cuestión de actitud.

En una sociedad cada vez más enferma y altamente dependiente, se nos somete a chequeos constantes, en busca de una posible «enfermedad», que a veces con falsos positivos y mala praxis médica, terminan con nuestro tiempo, nuestra salud y/o nuestro dinero.

Leía esto en facebook que la enfermedad es el cuento de nunca acabar.»Hoy, en casa, unos estamos algo mejor y otros, me temo, vuelven a recaer (el cuento del haba, que nunca se acaba…)«.   Pero ojo, no es el cuento de nunca acabar. ¿Por qué? Porque es un negocio.

Porque no podemos olvidar, que las grandes multinacionales están detrás del negocio de la Salud. Grandes corporaciones internacionales, principalmente financieras, manejan los hilos de la industria farmacéutica. Los dispositivos médicos, los ponen al alcance de las personas.  Y las farmacéuticas están constantemente creando nuevos medicamentos. ¿Para erradicar la enfermedad? O para tejer los hilos de una complicada trama en la que todos los intermediarios pretenden sacar su pequeña tajada: gobiernos, aseguradoras, sindicatos, colegios profesionales, investigadores, Profesionales de la Salud y farmacéuticos, claro.

Es cierto que los medicamentos son compuestos químicos que se utilizan para curar o aliviar el dolor mientras el cuerpo se recupera.

Tercero, hay que pensar en salud.  Por varios motivos:

1) Porque atraemos lo que pensamos. Si estamos preocupados por caer «enfermos»… o si el menor síntoma nos parece señal de una grave «enfermedad», podemos somatizar lo que pensamos.  Y además, como dice el refranero, siempre es mejor prevenir que curar.

La actitud positiva ante la vida, atrae la buena salud y puede ganar años de vida.) Porque el cuerpo está en constante proceso de regeneración y cura, en general, más que los medicamentos. «La noticia estimulante es que el cuerpo tiene una capacidad de curarse a sí mismo que ha pasado inadvertida». Y no solo una herida superficial,  sino incluso problemas de  corazón,  páncreas, etc.

No podemos ignorar la realidad: hay heridas, y enfermedades. Uno puede herirse accidentalmente. Pero no somos enfermos. Somos seres humanos, que alguna vez pueden caer enfermos o contraer alguna enfermedad. Pero todo tiene un por qué y un para qué [enlace].

Sin advertirlo, a veces: políticos, farmacéuticos y profesionales de la salud,  en los que confiamos, ponen nuestra salud e incluso la vida, en venta.  Y, no se preocupan en absoluto, de decir la verdad: «La mejor forma de ayudar a alguien  es llevarle  más allá de la necesidad de ayuda»  (Nisargadatta). Ellos simplemente hacen ciudadanos «dependientes«. Sería mejor,  ciudadanos «libres, sanos  y alegres».

Creemos que teniendo las principales necesidades cubiertas, lo tenemos todo. ¿Solo somos lo que tenemos? ¿La vida es eso?

A veces ni sabemos lo que tomamos, en una pastilla o una inyección, caso de placebos, sin especiales propiedades terapéuticas.  La realidad entonces, es que nos curamos con la mente. Incluso, pueden verse en YouTube operaciones internas, sin tocar al paciente.

Cuenta Sailor Bob Adamson, que Nisargadatta le dijo: «Tú no eres el cuerpo, ni eres la mente. Tú eres pura esencia, o presencia, o realidad» (Una sola esencia, 2010).  Y fue capaz de verlo [enlace].

Llevar una vida sana protege de los agentes tóxicos y el estrés.

Los mayores responsables de nuestra salud, somos nosotros. Escuchar a nuestro organismo, prevenir y autocuidado permite alargar la esperanza de vida de nuestras células. Con ello podemos sentirnos bien y disfrutar de la vida, mientras vivimos.

Los libros y las personas de nuestro entorno no suelen hablar del envejecimiento. En la universidad no se enseña que estamos aquí de paso y que, antes o después, para la parte visible  de nuestro ser, la mortalidad llega. Así que las grandes preguntas y la gestión de lo que somos y tenemos, es labor personal y es para el aquí y ahora.  Llevar una vida sana, no es ir al médico cada tres días, ni llevar una dieta espartana, sino un proyecto personal de vida [enlace].

He dicho anteriormente que, los billones de células de nuestro organismo se renuevan, continuamente. Tal vez el secreto de la juventud vital y real, está en nuestros telómeros, es decir en los extremos de nuestros cromosomas. (Nos dan una idea de ellos, viendo las fundas de plástico de los extremos de los cordones de nuestro calzado).

Los telómeros protegen el material genético de las células del desgaste humano. La longitud de los telómeros determina en parte la longitud de tu vida. Sin embargo al acortarse, por el estrés, la mala alimentación, el consumo de productos tóxicos, el envejecimiento es inevitable.

Si somos capaces de aprender qué cosas (o qué hábitos) los acortan y cuáles los alargan, tendríamos la llave de la juventud. Solo restaría llevarlos a la práctica.

Pero se ha descubierto algo más. La Premio Nobel de Medicina en 2009, Elizabeth Blackburn, y la Psicóloga y especialista en estrés extremo, Elissa Epel, estudiaron los daños que se producen en los cromosomas, por el sufrimiento psíquico. Investigaron en los organismo que consiguen mantener intacto el material genético. Lo encontraron en las charcas, en los protozoarios ciliados,  que esconden el patrimonio genético, gracias al refuerzo de esas puntas de plástico.

Resulta que los Los protozoos ciliados constituyen el grupo más numeroso en la naturaleza de protozoos (aproximadamente 8.000 especies).

Ahora bien, nuestras células también tienen algo parecido. Al igual que los protozoos ciliados, nuestro sistema inmunitario, las células madre, y los glóbulos blancos, contienen un minúsculo sistema protector: la encima telomerasa que protege los telómeros humanos.

La telomerasa se puede  estimular y cultivar, con lo que los telómeros que se reducen por los agentes nocivos, podrían revertir su proceso y aumentar. Ello permitiría reducir las enfermedades crónicas, el estrés, etc. Desde luego siempre contando con comportamientos y hábitos de vida saludables, nada extraordinarios.

Se pueden apuntar, para terminar, alguno de esos hábitos de vida saludables que ayudan a que se viva mejor y sin dañar las células de nuestro organismo:  1) alimentación mediterránea que es variada, con más elementos de la huerta y de los árboles y menos carne. 2) El alcohol es riesgo, como el tabaco y productos tóxicos. Cuanto menos, más salud.  Existen tratamientos, para dejar de fumar o de beber. 3) Moverse para mantener el cuerpo activo, andar de prisa, mejor que correr. Es decir, hacer ejercicio y salir a la naturaleza, que relaja y cura. 4) El sol es necesario, pero sin abusar. Y si se tiene que estar más de media hora, protegerse. 5) La vida social ayuda, distiende y anima. Amigos aunque no sean muchos, pero cordiales, con quien se pueda hablar y compartir. Reír cuanto más mejor. Incluso las mascotas nos hacen reír y nos hacen salir y conocer. 6) El trabajo es una fuente de autoestima, pero no debería llegar a producir estrés ni depresión. Si se llegara a esos niveles, habría que buscar ayuda. Hay tratamientos. Y 7) Dedicar al menos 10 minutos a estar en silencio y pensar, es de las terapias más saludables, enriquecedoras y gratificantes.

Todo ello puede resumirse diciendo: la salud es vida y la vida es lo más divino que tenemos. Un regalo. Y… sin fecha de caducidad, porque es para siempre.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa