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Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 12 de septiembre de 2020.

Cuando uno despierta en la mañana, empieza la rutina matutina. Se puede, como hacía Cabral, agradecer la gentileza de estar vivo y la oportunidad de un nuevo día. Se puede  como el artista, cantar, rezar, recordar el pensamiento que motive. Tal vez alguno lo tengas en la nota de un post-it, para recordarlo.

Benjamin Franklin decía: «Te dediques a lo que te dediques sé el mejor en tu campo». «Con trabajo y perseverancia podemos lograr lo que nos proponemos». «O escribes algo que valga la pena leer o haz algo que valga la pena escribir». «El hombre trabajador es el hombre feliz, mientras que el hombre holgazán, es el miserable».

Es posible que la mente escape por la ventana y te recuerde que Franklin fue un hombre sencillo, observador, pensador, escritor, trabajador infatigable, científico, inventor, abolicionista de la esclavitud y, como político, fue uno de los padres  de la Constitución de Estados Unidos. Lo importante es que al desayunar, ya se puede tener algo positivo sembrado en la consciencia.

A veces se intuyen y desean cosas, pero al no depender de uno… se aparcan, -no se olvidan-, pero tampoco preocupa el dejarlas en un rincón del alma. Hay que volver a pensar en ello muchas veces. ¿Por qué? Estamos hechos de la materia de los sueños.

Al amanecer un nuevo día, no hace mucho, fui testigo de una maravillosa sincronía. Entonces compruebas que los grandes problemas suelen tener las soluciones más sencillas.

No solemos ver que a veces se producen coincidencia en el tiempo, de hechos o actos, que a veces nos afectan.

Algo que llega cuando tiene que llegar, y sucede sin avisar. Habíamos ido, a desayunar al bar, para romper la rutina. Allí encontramos lo que parecía imposible; mejor dicho, fuimos encontrados, porque a nadie habíamos dicho dónde iríamos, y estaríamos a esa hora. La ciudad es grande. Lo importante de la sincronía, no era el encuentro, ni la hora ni el desayuno, era algo que llega al alma.

Cuando llega la coincidencia, se produce un fogonazo, como si estallara de felicidad, al comprender que «alguien» mueve los hilos, orienta los pasos, escoge la ocasión y el momento exacto que abarca, unifica y da sentido a todo.

Acontece en libertad total y, aunque físicamente tiene lugar aquí y ahora, se siente especialmente dentro, como si se esponjara el alma. Uno siente deseos de decir «gracias» aunque las palabras sean lo de menos, porque es un «algo» que se siente y se vive.

Es indescriptible, porque no depende de quién lo percibe, y menos de quien puede estar circunstancialmente cerca o alrededor. Es indecible desde quien lo siente e incomprensible para quien lo escuche o a quien se le diga. También para escuchar y comprender hace falta «sintonía». Cabral decía: «Todos tenemos una conciencia, pero pocos la escuchamos, hay quien prefiere la televisión».

La única coincidencia, tal vez sea que, vale la pena pensar y trabajar para que algo suceda. ¡Nada se pierde y todo nos dispone para poder acoger lo imprevisible cuando suceda, si sucede! Es más, atrae los pasos que deben dar otras personas (o acontecimientos) para converger en el instante de la sincronía. Creo que nada es casual y si que tiene mucho de «causalidad», pero de nadie en concreto, o de nadie que veamos. Antes de que suceda, todo es desconocido. Las madres en general, tienen una antena conectada a esa conexión, con sus hijos.

Bueno, en todo caso allí convergieron los pasos de quienes, sin saber que acabábamos de sentarnos a la mesa, llegaron radiantes para alegrarnos el día, y tal vez la vida. Y, sin darnos cuenta, incluso pagaron el desayuno que compartimos.

Si no se cree en lo que se quiere, si no se trabaja diaria e interiormente, si no se persevera para prepararse uno mismo y el entorno lo mejor posible, -aunque pase el tiempo-, tal vez nunca sucederá nada. Hay personas que hablan de un enfoque sincrónico, en contraposición de los enfoques diacrónicos. La utopía y la distopía pueden nacer de ese mismo abismo, o de una dimensión de la que todo mana.

Para bien o para mal, el pensamiento es escuchado por las células, y si es preciso se ponen en camino, porque es cierto que la intención, atrae. El sabio estoico Epicteto dijo que «aquel que se entrega en cuerpo y alma a cualquier cosa que sea, es normal que lleve ventaja al que de ella no se ocupa».

Dice la psicóloga Valeria Sabater: «Cuando estás en el buen camino, lo sabes. Las coincidencias empiezan a trazarse una tras otra en el horizonte, el corazón se llena de satisfacción y de ese prudente entusiasmo donde entender que todo esfuerzo está trayendo sus precisos resultados. Al fin y al cabo, cuando la mente se focaliza en aquello que desea con firmeza y apertura, las cosas no suceden por casualidad, sino por determinación» (ver enlace).

Analizando después la «sincronía» a la que hice alusión, hemos descubierto una cascada de ellas en la vida. Por lo menos, una concomitancia o simultaneidad en el obrar de dos o más cosas cooperando al mismo efecto. ¡Así de generosamente se nos regala la vida cada día…»para cantar, para reír, para volver a ser feliz», decía Cabral! ¿Te has dado cuenta?

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa