La memoria de los libros menos frágil que la de las personas.

LIBRO: REGULACIÓN DE LA FERTILIDAD HUMANA A LA LUZ DE LA CARTA ENCÍCLICA DE LA HUMANAE VITAE
10/09/2018
Amor o miedo (I).
10/09/2018

Por José Manuel Belmonte (Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa). Publicado en el Blog del autor Esperando la Luz el 27 de Agosto de 2018.

Se lee poco, sobre todo libros y, menos si son antiguos, raros o están agotados. Pero existen. A veces caen en nuestras manos, como los números de la lotería, sin haberlos comprado, porque alguien te los regala, y …»toca». Entonces puedes leer la realidad vivida, con increíble sinceridad, desterrada la corrección política  de los foros actuales.

Curiosamente hoy se habla mucho de memoria, pero selectiva y parcial. Memoria de lo que interesa, no de la realidad. ¿Cómo podemos acercarnos a los hechos o a las cosas como fueron y no a lo que hoy nos cuentan?  Sencillamente, por los libros o gracias a ellos.

Con el paso de los años, se ha posado sobre la memoria de los libros el polvo del olvido y a veces el silencio interesado. ¡No se habla de lo que no interesa que se sepa! Y… puede ser interesante o no. Eso dependerá de lo que diga el libro y lo que opine el lector.  Los distintos canales de televisión y los medios supuestamente creadores de opinión son variantes de la voz de su amo.

Por razones de seguridad desde hace 62 años, solo J.N.L. son las  únicas letras que figuran en la lápida de Juan Negrín López, último jefe de Gobierno de la II Republica, que pidió que en su lápida no se escribiera más que esas iniciales.

Dicen que en los últimos años de su vida, el socialista, trató de escribir sus memorias, que no terminó.  Tampoco terminó el capítulo titulado: «La famosa cuestión del envío del oro«.  Este envío fue iniciativa del socialista J.N.L, cuando era ministro de Hacienda, del gobierno presidido por su compañero de partido F. Largo Caballero.

En uno de esos libros antiguos, escrito por alguien que participó en ese envío, se dice algo que puede refrescar la memoria. De una forma u otra, por activa o pasiva, muchos saben lo del sufrimiento y la sangre. Seguro que lo que cuenta el alto mando militar, denota un gran  conocimiento y una gran memoria de lo sucedido. A continuación se transcribe literalmente ese episodio, por si puede interesar.

«Al pueblo español tenía que costarle un altísimo precio en sangre, en sufrimiento y en oro…

 El despojo del oro español.

 Una de las manifestaciones de solidaridad soviética con el pueblo español en armas consistió en llevarse  la mayor parte de las reservas del Banco de España en las condiciones que explicaré seguidamente.

En octubre de 1936, el doctor Negrín, ministro de Hacienda del gobierno presidido por Largo Caballero, solicitó de sus colegas la debida autorización, para poner en seguridad el oro del Banco de España. La situación de Madrid se hacía peligrosa y los ministros concedieron fácilmente lo que se pedía, pero ignorando los verdaderos propósitos de Negrín.

De tales propósitos solo eran sabedores el embajador soviético Rosenberg, el servicio de la N.K.V.D. en España y una parte del Buró Político del Partido Comunista Español.

Así mismo lo conocía el ministro de Estado, amigo íntimo del doctor Negrín, señor Álvarez del Vayo…

Una tarde recibí en mi puesto de mando militar la visita de José Diaz, Secretario General del Partido Comunista  Español.

Con gran secreto me dijo que debía encargarme de la custodia del oro del Banco de España desde Madrid hasta Cartagena.

La operación de sacar el oro de los sótanos del Banco para cargarlo en los camiones dispuestos al efecto debía efectuarse a las 2 de la mañana.

-¿Habrá que hacer uso de las armas, le pregunte?

-No -me respondió-. Hemos preparado bien la operación y toda la gente que interviene en ella es adicta.

El Director del Banco de España era un republicano sincero. Como Ministro de Hacienda, tengo entendido, Negrín le convocó para una consulta, que debía durar tres o cuatro horas; se trataba de alejarle el mayor tiempo posible del Banco.

Todos los que guardaban el Banco aquella noche , militares o milicianos, eran comunistas de toda confianza. Varios de ellos vistiendo uniforme de guardias de asalto, sacaron el oro de los sótanos y lo cargaron en 35 grandes camiones.

Era oro amonedado y en barras, estaba encerrado, según la lista que se me dio, en siete mil ochocientas  cajas.

Recuerdo que la operación de cargar los camiones duró menos de una hora y que salimos de Madrid a las dos horas y cuarenta y dos minutos.

A la salida fueron cambiados los chóferes de los treinta y cinco camiones y se les puso a éstos  una banderita roja indicando que iban cargados con explosivos.

Así lo creyeron los nuevos chóferes.

El oro en Cartagena.

Las cajas conteniendo el precioso metal fueron depositadas en la Caleta, donde se guardaban los explosivos. Cargadas en un barco por artilleros comunistas, salieron con rumbo a Odesa el 25 de octubre.

Hizose todo en  medio del mayor misterio y como si se tratara de un robo.

Y así fue: un inmenso robo hecho al pueblo español. Yo no lo sabía o no lo comprendía entonces; ahora que lo sé, el recuerdo de mi involuntaria complicidad me llena de indignación contra mí mismo y contra sus organizadores conscientes…

FOTO Negrín con gabardina, Manuel Azaña, Indalecio Prieto, el General Miaja y El Campesino.

¿Fue éste el único robo hecho al pueblo español? Cuando entré en la importante ciudad de Lérida, por medio de un golpe audaz, descubrí, en un sótano una gran cantidad de oro y la mejor emisora, que según me dijeron había en Cataluña. La emisora se la regale a Luis Companys, el Presidente de la Generalidad, que vino personalmente a felicitarme. El oro se lo llevó el comunista Hungría en tres camiones, con orden de entregárselo a José Díaz y a la «Pasionaria». Por José Díaz supe, más tarde, que había sido trasladado a Francia y entregado a Mauricio Thorez, Secretario General del Partido Comunista Francés.

Durante la última fase de la dramática batalla de Cataluña, en el castillo de Figueras, fueron cargados seis camiones de oro en barras y de valiosas joyas.

Dirigió la operación el comandante Manolo, Jefe del batallón especial Lister. Fue volado el castillo para poder encubrir mejor el robo.

Tan intenso se hacía el bombardeo enemigo, que Manolo se vio obligado a abandonar dos de los camiones ya cargados. Los otros cuatro pasaron a Francia, encubierto el oro bajo sacos de pan para el ejército en pleno éxodo.

Cuatro días permanecieron ocultos en un bosque hasta que se presentaron a recogerlos quince comunistas franceses, vistiendo el uniforme de guardias móviles. Como los dos camiones de Lérida, los cuatro de Figueras fueron a manos del mismo Mauricio Thorez.

Además de estos preciosos cargamentos -y otros que desconozco- el Partido Comunista Francés recibió del doctor Negrín, dos mil quinientos millones de francos para la compra de material de guerra y para propaganda; varios millones más para la fundación y el sostenimiento del diario «Ce Soir», y otros muchos para la adquisición de doce barcos mercantes, que los comunistas franceses se negaron a reintegrar.

La tan cacareada solidaridad comunista rusa e internacional con el pueblo español, no fue otra cosa, como puede verse, que un permanente saqueo.

No es eso todo. Por encargo personal de Lister, su amigo y cómplice, el comunista Villasantes, ex Jefe de Intendencia, del Quinto Regimiento, trasladó a Francia un camión de maletas cargadas de alhajas. Una parte de éstas fueron llevadas a la U.R.S.S., pero ocho maletas quedaron enterradas en Francia mismo.

Villasantes ha podido vivir en Rusia con su numerosa familia gracias a la protección de Lister, pero en 1946 salió para Francia a sacar el oro de su escondite». (VALENTIN GONZALEZ «El campesino», Yo elegí la esclavitud, pág 272- 277).

Hasta aquí el relato textual del autor citado sobre el oro español, o el oro de Moscú y el oro de París. Como prueba de autenticidad del autor y de lo que ha llegado hasta mi, puedo decir que tiene el libro escrita a mano y firmada, una anotación en la primera página: «Este libro fue comprado, en la cuesta de Moyano de Madrid, el 4 de octubre de 1958, después de haber conocido al campesino en una estación de Metro de Paris, dos años antes, en viaje fin de carrera».

La memoria de los libros se puede acepar o negar con argumentos, pero no manipular o despreciar. Como decía  Cervantes: «…ni el interés, ni el miedo, el rancor, ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir (Miguel de Cervantes, El Quijote, cap.IX, parte 2).

Y por último, más cerca de nosotros el socialista Joaquin Leguina, contaba algunas historias terribles «de sangre y dolor» (a las que aludía Valentín) sucedidos en Madrid. Añadía  el ex Presidente Madrid, con buen criterio: «La gente de mi generación, y menos la de generaciones posteriores, no tenemos responsabilidad alguna en hechos como los aquí narrados, pero el PSOE como persona jurídica haría bien en echar al olvido todas las atrocidades de la guerra, las de uno y otro bando» (El Economista, 20-06-2018).

Tal vez los libros y las ideas de las personas con criterio, sugieran un poco de prudencia y humildad a quienes se creen en posesión de la verdad y capacitados para reescribir la historia.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa