La memoria histórica

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09/04/2021
Boletín de CíViCa Nº 74, 1 de marzo de 2021
09/04/2021

Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 3 de abril de 2021.

Más que el tiempo que vivimos en la Tierra, es importante el cómo vivimos, la actitud que tenemos y los pasos que damos cada día.

La gente habla mucho de «memoria histórica», sin tener las ideas demasiado claras. La opinión pública parece desorientada o confundida por la interesada propaganda, ya que además de una Ley de Memoria histórica (La Ley 52/2007, de 26 de diciembre), hay Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica; Base de Datos y Centros de Documentación de la Memoria Histórica, y hasta manifestaciones con personal inducido, que protestan ante diversos organismos, porque no avanza la memoria histórica, o porque avanza en una sola dirección.

A parte de la política y de la ideología, la «memoria histórica» puede interesar en muchos campos y en muchas ocasiones. Por ejemplo, estamos en una semana en la que tampoco hay uniformidad de criterios para denominarla: para unos es una Semana Grande, para otros una Semana de Vacaciones, o una Semana Corta -por los días que no se trabaja-, para otros es la Semana Santa.

Cabe preguntarse si del 29 de marzo al 4 de abril de 2021, es la misma semana para todos. En el calendario el jueves y el viernes están señalados en rojo, igual que los días de fiesta o los domingos. Alguien se pregunta ¿por qué? ¿Hay una razón de Memoria histórica de alguien o de algo, o es por otra razón? La respuesta es importante.

La Memoria Histórica de la semana: el juicio y la muerte de un inocente.

Aunque millones de personas han oído hablar o conocen la importancia de los acontecimientos que se conmemoran esta Semana, algunos no lo tienen claro y, pasan olímpicamente de la realidad histórica.

La última cena de Jesús de Nazaret con sus amigos, y los acontecimientos que le empujaron a un juicio, ante el Prefecto de Judea, y a su muerte en una cruz, tienen una base real, histórica, y si el gobernador de esa provincia romana, tuvo algo que ver.

«En el teatro de la antigua ciudad romana de Cesarea Marítima, localizada en la actualidad en Israel, un arqueólogo desenterró una piedra con un nombre y un título inscritos en latín: Pontius Pilate, Praefectus Judaea».

El fragmento de la roca mencionada, fechado en los años de gobierno del emperador Tiberio y del gobernador Pilato, en la que se hace referencia a uno y a otro, está expuesto en el Museo de Israel, en Jerusalén.

Es esta la primera evidencia histórica, física, que se conserva sobre la existencia de Poncio Pilato, Prefecto de Judea y, uno de los protagonistas principales de la ejecución de Jesús».

Además, Tácito, uno de los más destacados historiadores romanos, menciona al Procurador de Roma en aquella localidad, y a Jesús, de quien los cristianos tomaron el nombre, cuando Nerón trató de culpabilizar a los cristianos del incendio de Roma, en el año 64.

Y, según narra el texto de Mateo, Pilato fue el hombre que se lavó las manos, ante la presión popular, antes de empujar a Jesús a morir en la cruz: «Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: yo soy inocente de la sangre de este justo. Allá vosotros. Y todo el pueblo respondió: «su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces les soltó a Barrabás; y después de azotarle, les entregó a Jesús para que fuera crucificado» (Mt. 27, 23-26).

Dicen los médicos, que las enfermedades pueden ser de dos clases, orgánicas y mentales, y ellos están cada vez más seguros de que una enfermedad o debilidad mental puede generar males orgánicos, y también a la inversa es posible. Tanto las unas como las otras, tiene repercusiones sociales e incluso mundiales e históricas. Al igual que sucede con las acciones de los humanos. Aunque en un momento concreto, por ignorancia o inconsciencia, ningún humano sea capaz de abarcar la repercusión de un hecho, de un acto o de un acontecimiento tan importante.

Es muy difícil entender, y casi imposible saber ni sentir la repercusión que un gesto o un acto puede tener para una persona, un pueblo o para la humanidad. Habría que estudiarlo y repensarlo con cuidado. Así que correrán ríos de tinta, pasarán siglos, los artistas -cada uno a su modo- interpretarán la debilidad aparente de una autoridad y, el hecho de entregar a un inocente al pueblo, para que muera clavado en una cruz. Para salvar al pueblo mismo, según había dicho Caifás: «¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?» Juan 11, 50.

Hay paradojas y coincidencias, porque todo es más de lo que vemos, o encierra más de lo que parece. Hay constancia histórica de los hechos. Hay debate entre naturaleza, historia y cultura y debe abrirse el abanico porque se sabe poco de «el inocente condenado y ajusticiado». Y sin embargo, puede ser el lado más luminoso de la historia. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué? El mundo gira tan aprisa, que muchos prefieren no hacerse preguntas o ignorar las respuestas. La intuición, los signos y los textos de algunos contemporáneos, envuelven a Jesús y su enseñanza en un halo que sobrepasa los límites históricos del ser humano, Jesús de Nazaret.

Aquellos días fueron de aparente fragilidad o debilidad, de sufrimiento y humillaciones del Maestro, ante o por las autoridades y poderes de la tierra, tanto políticos como religiosos. ¿Podía ser la envoltura material y humana del infinito espíritu que le habitaba? Porque ya no había duda, puesto que desde la cárcel, el preso Juan Bautista envió a dos personas para hacerle directamente la pregunta clave: «¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?». Su respuesta fue en hechos, no en palabras: «Id y contad a Juan lo que oís y veis...»(Mt 11, 4).

¿Y si el aparente fracaso de Jesús, su prisión, su dolor, su corona de espinas, sus humillaciones encerraran una gran contradicción, y si fueran el mayor oximorón de la vida y de la historia? ¿Es posible que el motivo de la muerte de Jesús colgado de una cruz, se convirtieran y fueran la mayor prueba de compasión y amor a sus amigos, a su madre y a la humanidad? Eso trastocaría todas las ideas y categorías humanas de poder y de grandeza.

Parece que eso-de alguna manera- está escrito, explícitamente en el diálogo con Pilato: «Entonces Pilato entró de nuevo en el Pretorio y le preguntó: «¿eres tú el Rey de los judíos…? Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, tú eres rey? Respondió Jesús: Tú lo dices, yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. Le preguntó Pilato: ¿Qué es la verdad?» (Jn 18,36-39).

Al final, desde la cruz de la que pendía, exclamó: «todo está cumplido». Y entregó el espíritu. La misma cruz quedaba alzada como signo, que une el cielo con la tierra y los confines del universo. Y, en la cruz, el «Titulus Crucis», para todos y para siempre. De hecho, «es un fragmento de madera deteriorada (original o copia de la original) donde Poncio Pilato mandó escribir «la causa de la condena a muerte de Cristo», en 3 idiomas, hebreo, latín y griego.

Actualmente dicha tabla se encuentra en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, en Roma. Según la tradición es la mitad del título original y parte del mismo. Para la mayoría de los historiadores, la inscripción o títulus de condena de Jesús de Nazaret, constituye uno de los datos más sólidos del carácter histórico de su pasión». (enlace)

Este año, la memoria histórica de aquellos hechos y la tradición del pueblo, canceladas las procesiones, los pasos con las imágenes de la Semana Santa, vuelve otra vez al recuerdo, al pasado directo y silencioso, al interior, a lo más profundo de la verdad y de uno mismo. Se vuelve al misterio total, a la contemplación que permite el sacrificio del hijo, que viene a manifestar la verdad del perdón en Jesús crucificado, a la esperanza y pruebas bíblicas, de que la muerte no es el final, porque contra toda esperanza, resurge, se erige en estandarte de la resurrección y la inmortalidad.

Su memoria, su venida, su enseñanza, su ejemplo y su muerte, nos ha hecho mejores a todos, porque nos acompaña cada día (Mt 28,20) y ha conseguido que su recuerdo no sea doloroso, para que seamos capaces de hacer algo por los demás que merezca la pena.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa