Reflexiones morales acerca de las vacunas preparadas a partir de células provenientes de fetos humanos abortados

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Contestación de Mons. Elio Sgreccia (1929-2019), que fue Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, con la aprobación de la Congregación para la Doctrina de la fe, dirigido a Mrs Debra L.Vinnedge, sobre la consulta que había hecho sobre el tema. El 5 de junio de 2005.

La cuestión examinada se refiere a la licitud de la producción, de la difusión y del uso de algunas vacunas, cuya producción vinculada estrechamente a acciones de aborto procurado. Se trata de vacunas con virus vivos que han sido preparados a partir de líneas celulares humanas de origen fetal, utilizando como fuentes de tales células tejidos de fetos humanos abortados. La más conocida e importante de estas vacunas, a causa de su amplia difusión y de su uso casi universal, es la vacuna contra la rubéola.

La rubéola y su vacuna

La rubéola (o «sarampión alemán»)[1] es una enfermedad viral, causada por un Togavirus del género Rubivirus y se caracteriza por un salpullido de manchas y granos. Se trata de una infección común en la infancia, sin expresión clínica en un caso sobre dos, que se autocontrola y habitualmente benigna. Sin embargo, el virus de la rubéola es uno de los agentes infecciones más patógenos para el embrión y el feto. Cuando la infección se contrae en el período del embarazo, especialmente en el primer trimestre, el riesgo de infección fetal es muy alto (cerca del 95%). El virus se reproduce en la placenta e infecta al feto, causando esa constelación de anomalías conocidas con el nombre de Síndrome de la Rubéola Congénita. Por ejemplo, la severa epidemia de Rubéola que golpeó a una amplia parte de los Estados Unidos en 1964 provocó 20.000 casos de rubéola congénita[2], causando 11.250 abortos (espontáneos o quirúrgicos), 2.100 muertes neonatales, 11.600 casi de sordera, 3.580 casos de ceguera, 1.800 casos de retraso mental. Es esta epidemia la que ha impulsado el desarrollo y la comercialización de una vacuna eficaz contra la rubéola, permitido una profilaxis efectiva de tal infección.

La gravedad de la rubéola congénita y el perjuicio que ella genera, justifican la vacunación masiva contra tal enfermedad. Es muy difícil, quizás hasta imposible, evitar el contagio de una mujer encinta, aunque la enfermedad de un sujeto contagiado se diagnostica desde el primer día de la erupción. Es por eso que se busca interrumpir la transmisión mediante la supresión del foco infeccioso del virus que ofrecen los niños no vacunados, gracias a la inmunización precoz del conjunto de niños (vacunación universal). Esta vacunación universal ha provocado una fuerte disminución de la incidencia de la rubéola congénita, con una incidencia general reducida a menos de 5 casos por cada 100.000 nacimientos de niños vivos. Sin embargo, este progreso se mantiene frágil. En Estados Unidos, por ejemplo, después de una disminución espectacular de la incidencia de la rubéola congénita hasta llegar a pocos casos anuales, es decir, a menos de 0,1 por cada 100.000 nacimientos de niños vivos, ha aparecido una nueva oleada epidémica en 1991, con una incidencia que ha ascendido a 0,8 casos por cada 100.000 niños nacidos vivos. Se han visualizado tales oleadas de recrudecimiento de la rubéola también en 1997 y en el 2000. Estos episodios periódicos de recrudecimiento atestiguan la circulación persistente del virus en los jóvenes adultos, como consecuencia de una cobertura vacunal que es insuficiente. Esto permite persistir una proporción no desdeñable de sujetos susceptibles, fuente de epidemias periódicas que ponen en riesgo a las mujeres en edad fértil y que no están inmunizadas. Es por eso que se considera una prioridad de salud pública la reducción de la rubéola congénita, hasta su total eliminación.

Vacunas producidas actualmente mediante el uso de cepas celulares humanas provenientes de fetos abortados

Hasta hoy hay dos líneas celulares humanas diploides, preparadas originalmente (1964 y 1970) de tejidos de fetos abortados, que son utilizados para la preparación de vacunas con virus vivos atenuados: la primera línea es la WI-38 (Winstar Institute 38), con fibroblastos diploides de pulmón humano, derivados de un feto femenino, abortada porque la familia consideraba que ya tenía demasiados hijos (G.Sven et al., 1969), preparada y desarrollada por Leonard Hayflick en 1964 (L.Hayflick, 1965; G.Sven et al., 1969)[3], número ATCC CCL-75. La WI-38 ha sido usada para la preparación de la histórica vacuna RA 27/3 contra la rubéola (S. A. Plotkin et al., 1965)[4]. La segunda línea celular humana es la MRC-5 (Medical Research Council 5) (pulmón humano, embrional) (número ATCC CCL-171), con fibroblastos de pulmón humano provenientes de un feto masculino de 14 semanas, abortado en el Reino Unido por “razones psiquiátricas” por una mujer de 27 años. La MRC-5 ha sido preparada y desarrollada por J. P. Jacobs en 1966 (J. P. Jacobs et al., 1970)[5]. Han sido desarrolladas otras líneas celulares humanas por necesidades farmacéuticas, pero no están implicadas en las vacunas actualmente disponibles[6].

Hoy las vacunas que se cuestionan porque utilizan líneas celulares humanas, WI-38 e MRC-5, obtenidas de fetos abortados, son las siguientes[7]:

  1. A) Vacunas activas contra la rubéola[8]:

– las vacunas monovalentes contra la rubéola Meruvax® II (Merck, U.S.A.), Rudivax® (Sanofi Pasteur, Francia), y Ervevax® (RA 27/3) (GlaxoSmithKline, Bélgica);

– las vacunas combinadas MR contra la rubéola y el sarampión, comercializadas con el nombre de M-R-VAX®II (Merck, U.S.A.) y Rudi-Rouvax® (AVP, Francia);

– la vacuna combinada contra la rubéola y la parotiditis, comercializada con el nombre de Biavax®II (Merck, U.S.A.);

– la vacuna combinada MMR (measles, mumps, rubella) contra el sarampión, la parotiditis y la rubéola, comercializada con el nombre de M-M-R® II (Merck, U.S.A.), R.O.R®, Trimovax® (Sanofi Pasteur, Francia), y Priorix® (GlaxoSmithkline, Reino Unido).

  1. B) Otras vacunas, también preparadas utilizando líneas celulares humanas de fetos abortados:

– dos vacunas contra la hepatitis A, una producida por Merck (VAQTA), la otra por Glaxo SmithKline (HAVRIX), ambas preparadas utilizando la MRC-5;

– una vacuna contra la varicela, Varivax®, producida por Merck utilizando la WI-38 e la MRC-5;

– una vacuna contra la poliomielitis, la vacuna con el virus del polio inactivo Poliovax® (Aventis-Pasteur, Francia), utilizando la MRC-5;

– una vacuna contra la rabia, Imovax®, de Aventis-Pasteur, extraída de células humanas diploides infectadas, la cepa MRC-5;

– una vacuna contra la viruela, ACAM 1000, preparada por Acambis, utilizando la MRC-5, todavía en fase de experimentación.

Posición del problema ético vinculado con estas vacunas

Desde el punto de vista de la prevención de enfermedades virósicas como la rubéola, las paperas, el sarampión, la varicela, la hepatitis A, es claro que la puesta a punto de vacunas eficaces contra tales enfermedades, y su empleo en la lucha contra estas infecciones hasta su erradicación, mediante una inmunización obligatoria de todas las poblaciones interesadas, representa indudablemente una “piedra de toque” en la lucha secular del hombre contra las enfermedades infecciosas y contagiosas.

Sin embargo, estas mismas vacunas, ya que son preparadas a partir de virus recogidos en los tejidos de fetos infectados y abortados voluntariamente, y posteriormente atenuados y cultivados mediante cepas de células humanas igualmente provenientes de abortos voluntarios, no dejan de plantear importantes problemas éticos. La exigencia de articular una reflexión moral sobre la cuestión examinada nace preferentemente de la conexión entre la preparación de las vacunas antes mencionadas y los abortos procurados de los que se han obtenido los materiales biológicos necesarios para tal preparación.

Si una persona rechaza toda forma de aborto voluntario de fetos humanos, ¿esa misma persona no estaría en contradicción con ella misma, al admitir el uso de estas vacunas de virus vivos atenuados en la persona de sus propios hijos? ¿No se trataría en este caso de una verdadera (e ilícita) cooperación con el mal, aunque este mal se ha efectuado cuarenta años atrás?

Antes de considerar el caso específico, es necesario recordar brevemente las principales cuestiones de la doctrina moral clásica acerca del problema de la cooperación con el mal[9], problema que surge cada vez que un agente moral percibe la existencia de un vínculo entre los propios actos y un acto malo ejecutado por otros.

El principio de la lícita cooperación con el mal

La primera distinción fundamental es entre la cooperación formal y material. Se configura una cooperación formal cuando el agente moral coopera con la acción inmoral de otro, compartiendo la mala intención. Cuando por el contrario el agente moral coopera con la acción inmoral de otro, sin compartir la mala intención, se configura una cooperación material.

La cooperación material se distingue ulteriormente en inmediata (directa) y mediata (indirecta), ya sea que se trate de cooperar con la ejecución del acto malo en cuanto tal, o bien que se actúa realizando las condiciones –o proporcionando instrumentos o productos- que hacen posible la realización del acto malo. Luego, en relación a la “distancia” (sea temporal como en términos de conexión material) entre el acto de cooperación y el acto malo efectuado por otros, se distingue una cooperación próxima y una cooperación remota. La cooperación material inmediata es siempre próxima, mientras que la cooperación material mediata puede ser próxima o remota.

La cooperación formal es siempre moralmente ilícita, porque se trata de una forma de participación directa e intencional en la acción mala de otro[10].

La cooperación material puede ser lícita a veces (sobre la base de condiciones del “doble efecto” o “voluntario indirecto”), pero cuando se configura como una cooperación material inmediata a atentados graves contra la vida humana, debe considerarse siempre ilícita, dada la maravilla del valor en juego[11].

Una ulterior distinción de la moral clásica es entre la cooperación activa (o positiva) con el mal y la cooperación pasiva (o negativa) con el mal, refiriéndose la primera al cumplimiento de un acto de cooperación con una acción mala cumplida por otro, mientras la segunda se refiere a la omisión de un acto de denuncia o de impedimento de una acción mala llevada a cabo por otro, en la medida en que subsistía el deber moral de hacer lo que se ha omitido[12].

También la cooperación pasiva puede ser formal o material, inmediata o mediata, próxima o remota. Obviamente, se debe considerar ilícita toda cooperación pasiva formal, pero también se debe evitar la cooperación pasiva material, si bien se admite (por parte de muchos autores) que no hay obligación rigurosa de evitarla cuando subsiste una grave perturbación.

Aplicación al utilizar las vacunas preparadas con células procedentes de embriones o fetos abortados voluntariamente

En el caso específico examinado, hay tres clases de personas que se encuentran involucradas en la cooperación con el mal, mal que está representado obviamente por la acción de aborto voluntario ejecutado por otros: a) quien prepara las vacunas mediante cepas de células humanas provenientes de abortos voluntarios; b) quien participa en la comercialización de tales vacunas; c) quien tiene necesidad de utilizarlas por razones de salud.

Ante todo, se considera moralmente ilícita todo forma de cooperación formal (compartir la mala intención) con la acción de quien ha ejecutado el aborto voluntario que ha permitido la incautación de los tejidos fetales, necesarios para la preparación de las vacunas. Por lo tanto, independientemente del nivel de pertenencia, todo aquel que coopere de alguna manera en la realización del aborto voluntario, compartiendo la intención, y que concluya en la producción de las vacunas en cuestión, participaría de hecho en la misma maldad moral de quien ha efectuado tal aborto. Tal participación se realizaría igualmente en caso de que, compartiendo siempre la intención abortiva, se limitase a no denunciar o contrarrestar tal acción ilícita (cooperación formal pasiva), teniendo el deber moral de hacerlo.

En caso que no subsista tal compartir formalmente la mala intención de quien ha efectuado el aborto, la eventual cooperación se configuraría como material, con las siguientes especificaciones:

** Respecto a la preparación, distribución y comercialización de vacunas realizadas gracias al empleo de material biológico cuyo origen está vinculado a células provenientes de fetos abortados voluntariamente, se dice en línea de principio que tal proceso es moralmente ilícito, porque eso podría contribuir de hecho a incentivar la realización de otros abortos voluntarios, culminando en la producción de tales vacunas. Sin embargo, se reconoce que en el interior de la cadena de producción-distribución-comercialización, los distintos agentes cooperantes pueden tener responsabilidades morales diferenciadas.

Pero hay otro aspecto que se debe considerar: es el de la cooperación material pasiva que se llevaría a cabo por parte de los productores de estas vacunas, en caso que ellos no denuncien y rehúsen públicamente el acto malo de origen (el aborto voluntario), y no se esforzasen conjuntamente en investigar y promover formas alternativas, privadas de malicia formal, para la producción de las mismas vacunas. Tal cooperación material pasiva, en caso que se verificase, es igualmente ilícita.

** Respecto a quien tiene la necesidad de utilizar tales vacunas por razones de salud, se precisa que, excluida toda cooperación formal, generalmente los médicos o los padres que recurren al uso de tales vacunas para sus hijos, a pesar de conocer el origen (el aborto voluntario), realizan una forma de cooperación material mediata muy remota (y en consecuencia muy débil) en lo que se refiere a la producción del aborto, una cooperación material mediata en lo que se refiere a la comercialización de células procedentes de abortos, e inmediata en lo que se refiere en lo que se refiere a la comercialización de las vacunas producidas con tales células. La cooperación es más fuerte por parte de las autoridades y de los sistemas sanitarios nacionales que aceptan el uso de tales vacunas.

Pero en esta situación, lo más destacable es el aspecto de la cooperación pasiva. A los fieles y a los ciudadanos de recta conciencia (padres de familia, médicos y colaboradores) les corresponde oponerse, también con la objeción de conciencia, a los cada vez más difundidos atentados contra la vida y a la “cultura de la muerte” que los sostiene. Y desde este punto de vista, el uso de vacunas cuya producción está vinculada al aborto provocado constituye, al menos, una cooperación material pasiva, mediata y remota con el aborto, y una cooperación material pasiva inmediata a su comercialización. Además, en el plano cultural, el uso de tales vacunas contribuye a crear un consenso social generalizado respecto a lo operado por las industrias farmacéuticas que las producen en forma inmoral.

Por lo tanto, los médicos y los padres de familia tienen el deber de recorrer a vacunas alternativas[13] (si existen), ejerciendo toda la presión posible sobre las autoridades políticas y sobre los sistemas sanitarios, a fin que estén disponibles otras vacunas que no planteen problemas morales. Si es necesario, ellos deben invocar la objeción de conciencia[14] respecto al uso de vacunas producidas mediante cepas celulares de origen fetal humano abortivo. Igualmente, deben oponerse con todos los medios (por escrito, a través de las diferentes asociaciones, los medios masivos de comunicación, etc.) a las vacunas que no tienen todavía alternativas sin problemas morales, haciendo presión para que se preparen vacunas alternativas no vinculadas a un aborto de feto humano y pidiendo un control legal riguroso de las industrias farmacéuticas que las producen.

** Respecto a las enfermedades contra las cuales no hay todavía vacunas alternativas, disponibles y éticamente aceptables, es obligatorio abstenerse de usar estas vacunas sólo si se puede hacer sin que los niños -e indirectamente la población en general- corran riesgos de salud significativos. Pero si los niños estuviesen expuestos a peligros de salud notables, pueden ser usadas provisoriamente también las vacunas cuyo uso plantea problemas morales. La razón moral es que el deber de evitar la cooperación material pasiva no obliga si se plantea un inconveniente grave. Más aún, en tal caso contamos con una razón adecuada para aceptar el uso de estas vacunas, al estar en peligro de favorecer la difusión del agente patológico, a causa de la ausencia de vacunaciones de los niños. Esto es particularmente cierto en el caso de la vacunación contra la rubéola[15].

En todo caso, se mantiene el deber moral de continuar luchando y utilizar todo medio lícito para dificultar la vida a las industrias farmacéuticas que actúan sin escrúpulos éticos. Pues el peso de esta importante batalla no puede y no deber recaer ciertamente sobre los niños inocentes y sobre la situación sanitaria de la población –en particular en lo que se refiere a las mujeres encintas.

En síntesis, se reafirma que:

– existe el deber grave de usar las vacunas alternativas y de invocar la objeción de conciencia respecto a las que presentan problemas morales[16];

– respecto a las vacunas sin alternativas, se debe insistir en que es obligación luchar para que se preparen otras, en que es lícito utilizar mientras tanto a aquéllas en la medida en que es necesario para evitar un peligro grave no sólo para los niños sino también y, quizás, para las condiciones sanitarias de la población en general –especialmente las mujeres encintas;

– la licitud de la utilización de estas vacunas no se interpreta como una declaración de licitud de su producción, comercialización y uso, sino como una cooperación material pasiva y, en sentido más débil y remoto, también activa, moralmente justificada como extrema ratio en razón del deber de proveer al bien de los propios hijos y de las personas que están en contacto con los hijos (mujeres encintas);

– tal cooperación acontece en un contexto de constricción moral de la conciencia de los progenitores, que están sometidos a la alternativa de obrar contra la conciencia o de poner en peligro la salud de los propios hijos y de la población en general. Se trata de una alternativa injusta que debe ser eliminada cuanto antes.

[1] J. E. Banatvala, D. W. G. Brown, Rubella9415°, The Lancet, 3 april 2004, vol.363, n pp.1127-1137.

[2] Rubella, Morbidity and Mortality Weekly Report, 1964, vol. 13, p. 93. S. A. Plotkin, Virologic Assistance in the Management of German Measles in Pregnancy, JAMA, 26 October 1964, vol. 190, pp. 265-268.

[3] L. Hayflick, The Limited In Vitro Lifetime of Human Diploid Cell Strains, Experimental Cell Research 1965, 37(3):614-636. G. Sven, S. Plotkin, K. McCarthy, “Gamma Globulin Prophylaxis; Inactivated Rubella Virus; Production and Biological Control of Live Attenuated Rubella Virus Vaccines”, en American Journal of Diseases of Children 1969, 118 (2):372-381.

[4] S. A. Plotkin, D. Cornfeld, Th. H. Ingalls, Studies of Immunization With Living Rubella Virus, Trials in Children With a Strain Cultured From an Aborted Fetus, American Journal of Diseases in Children 1965, 110 (4):381-389.

[5] J. P. Jacobs, M. Jones, J. P. Baille, Characteristics of a Human Diploid Cell Designated MRC-5, Nature 1970, 277:168-170.

[6] Otras dos líneas celulares que son permanentes, la línea celular HEK 293 de un feto abortado, obtenida de células de un riñón embrional humano primario, transformado a partir de un adenovirus tipo 5 cortado (el material del riñón fetal se obtuvo de un feto abortado, probablemente en 1972), y la PER.C6, una línea celular fetal creada utilizando tejido de retina de un bebé abortado de 18 semanas de edad gestacional, han sido desarrolladas por la producción farmacéutica de vectores de adenovirus (por terapia genética). No han estado implicadas en la producción de alguna de las vacunas con virus vivos atenuados actualmente en uso, a causa de su capacidad de desarrollar células oncógenas en el receptor. De todos modos, algunas vacunas, todavía en estadio de desarrollo, contra el virus Ebola (Crucell, NV y el Vaccine Research Center del National Institutes of Health’s Allergy and Infectious Diseases, NIAID), HIV (Merck), influenza (MedImmune, Sanofi Pasteur), encefalitis japonesa (Crucell N.V. y Rhein Biotech N.V.), son preparadas utilizando la línea celular PER.C6® (Crucell N.V., Leiden, Países Bajos).

[7] Existen algunas vacunas alternativas contra estas diferentes enfermedades infecciosas, las cuales son preparadas utilizando células o tejidos animales, en consecuencia éticamente aceptables. Su disponibilidad depende del país interesado. Respecto al caso particular de Estados Unidos, no existen actualmente otras opciones en este país, para la vacunación contra la rubéola, la varicela y la hepatitis A, que no sean las vacunas proporcionadas por Merck, preparadas mediante el uso de las líneas celulares humanas WI-38 y MRC-5. Hay una vacuna contra la viruela preparada con la línea celular Vero (del riñón de un simio verde africano), ACAM2000 (Acambis-Baxter) (vacuna contra la viruela de segunda generación, conservada, no aprobada en Estados Unidos), que ofrece entonces una alternativa a la Acambis 1000. Hay vacunas alternativas contra la parotiditis (Mumpsvax, Merck), sarampión (Attenuvax, Merck), rabia (RabAvert, Chiron therapeutics), preparadas a partir de embriones de pollo (de todos modos se han presentado casos de alergias graves por el uso de estas vacunas), poliomielitis (IPOL, Aventis-Pasteur, preparada con células de riñón de simio) y viruela (vacuna de tercera generación contra la viruela MVA, Modified Vaccinia Ankara, Acambis-Baxter).

En Europa y en Japón hay otras vacunas disponibles contra la rubéola y la hepatitis A, producidas utilizando líneas celulares no-humanas. El Kitasato Institute produce cuatro vacunas contra la rubéola, llamadas Takahashi, TO-336 y Matuba, preparadas con células provenientes de riñones de conejo, y una (Matuura) preparada con células de embriones de codorniz. El Chemo-sero-therapeutic Research Institute Kaketsuken produce otra vacuna contra la hepatitis A, llamada Aimmugen, preparada con células de riñón de simio. El único problema que permanece en pie es con la vacuna Varivax® contra la varicela, para la cual no existe alternativa.

[8] La vacuna contra la rubéola, la cual utiliza la cepa Wistar RA27/3 de virus vivos de rubéola atenuados, adaptada y difundida en los fibroblastos humanos diploides WI-38 está en el centro de las actuales controversias en torno a la moralidad del uso de vacunas preparadas con la ayuda de células humanas provenientes de fetos abortados.

[9] D.M.Prümmer O.Pr., De cooperatione ad malum, en Manuale Theologiae Moralis secundum Principia S.Thomae Aquinatis, Tomus I, Friburgi Brisgoviae, Herder & Co., 1923, Pars I, Trat. IX, Caput III, n. 2, pp. 429-234. .K.H.Peschke, «Cooperation in the sins of others», en Christian Ethics. Moral Theology in the Light of Vatican II, vol. I, General Moral Theology, COOPERACIÓN, Goodliffe Neale Ltd., Arden Forest Industrial Estate, Alcester, Warwickshire, B49 6Er, revised edition, 1986, pp.320-324. A.Fisher, Cooperation in Evil, Catholic Medical Quarterly, 1994, pp.15-22. .D.Tettamanzi, «Cooperazione», en Dizionario di Bioetica, S. Leone, S. Privitera ed., Istituto Siciliano di Bioetica, EDB-ISB, 1994, pp.194-198. L.Melina, «La cooperazione con azioni moralmente cattive contro la vita umana», en Commentario Interdisciplinare alla «Evangelium Vitae», E. Sgreccia, Ramòn Luca Lucas ed., Libreria Editrice Vaticana, 1997, pp.467-490. E. Sgreccia, Manuale di Bioetica, vol. I, Reimpresión de la tercera edición, Vita e Pensiero, Milano, 1999, pp. 362-363.

[10] Cf. Juan Pablo II, Evangelium vitae, n. 74.

[11] Ibidem.

[12] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1868.

[13] Tales vacunas alternativas son vacunas preparadas mediante cepas de células no humanas, por ejemplo la línea celular Vero (de simios) (D.Vinnedge), las células de riñones de conejo o de simios, o las células de embriones de pollo. Sin embargo, hay que observar que se verifican alergias graves con algunas de las vacunas preparadas con estas líneas celulares. La utilización de la tecnología del ADN vuelto a combinar podría llevar en un futuro próximo al desarrollo de nuevas vacunas que no necesitarán más el uso de los cultivos de células diploides humanas para la atenuación del virus y su cultivo, porque tales vacunas no serán preparadas a partir del virus atenuado, sino a partir del genoma del virus y de los antígenos así desarrollados (G. C Woodrow, W. M. McDonnell y F. K. Askari). Algunos estudios experimentales ya han sido realizados utilizando vacunas en ADN elaboradas a partir del genoma del virus de la rubéola. Además, algunos investigadores asiáticos están intentando utilizar el virus de la varicela como vector para la inserción de genes codificantes a los antígenos virales de la rubéola. Estos estudios son todavía preliminares y la puesta a punto de preparaciones de vacunas utilizables en la práctica clínica requiere tiempos largos y costos elevados. D.Vinnedge, The Smallpox Vaccine, The National Catholic 1, p. 12. Bioethics Quarterly, Spring 2000, vol. 2. G. Woodrow, “An Overview of Biotechnology As Applied to Vaccine Development”, en New Generation Vaccines. G. Woodrow, M. M. Levine (eds), Marcel Dekker Incorporation, New York and Basel, 1990, ver pp. 32-37. W. M. McDonnell, F. Askari, Immunization, JAMA, 10 December 1997, vol. 278, 22, pp. 2000-2007, ver pp. 2005-2006.

[14] Tal debe puede llevar, en consecuencia, a hacer “objeción de conciencia” cuando el acto reconocido ilícito es un acto permitido o también alentado por las leyes del país y atenta contra la vida humana. La Encíclica Evangelium Vitae ha subrayado esta «obligación de oponerse» a las leyes que permiten el aborto o la eutanasia «mediante la objeción de conciencia» (n. 73).

[15] Esto es particularmente cierto en el caso de la vacunación contra la rubéola, a causa del peligro de la rubéola congénita. Tal afección, al causar malformaciones congénitas graves en el feto, podría ocurrir cuando una mujer encinta entra en contacto, aunque sea breve, con niños no inmunizados y portadores del virus. En tal caso, los progenitores que no han aceptado la vacunación de los propios hijos se hacen responsables de las malformaciones en cuestión y del posterior aborto de los fetos, cuando se descubre que sufren malformaciones.