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Por José Manuel Belmonte, Dr. En Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CiViCa. Publicado en su blog Esperando la Luz el 25 de abril de 2020.

La crisis provocada por el COVID-19 ha puesto a la Humanidad en general, a las sociedades nacionales y a las familias ante retos y situaciones hasta ahora nunca vividos. Ayer teníamos algo claro en sanidad: cuidar, sanar, acompañar, ayudar a partir y despedir.

Hoy, hay médicos de España que han dicho textualmente:»Llevamos desde febrero contagiándonos de forma masiva y echándonos virus». Ante esa realidad, la gente se pregunta ¿cómo penetra el virus en el cuerpo?

La misma pregunta se han hecho los investigadores. Han publicado su respuesta en una revista científica «Nature Medicine», y, el día 23  de abril la difundió el diario La libre belgique. Por el interés para el lector español ofrecemos lo que sigue:

«El coronavirus probablemente utiliza dos tipos específicos de células dentro de la nariz para introducirse en el cuerpo humano, revelan el jueves, investigadores holandeses del centro médico universitario de Groningen (UMCG), con colegas británicos y franceses. 

Descubrieron que las células mucosas y los pelos celulares de la nariz contienen gran parte del ARN mensajero que el virus utiliza para propagarse rápidamente en el organismo. Las células epiteliales de nuestros ojos, pulmones e intestinos también contienen gran parte de este ARN. El material hereditario estimula la producción de proteínas específicas que el coronavirus utiliza para atacar las células humanas.

«Es la primera vez que estas células específicas de la nariz se asocian al virus que provoca el Covid-19», explican el biólogo Martijn Nawijn y el especialista de los pulmones Maarten van den Berge. «Su ubicación en la superficie de la nariz los hace muy accesibles al virus», agregan.

Esperan que estos nuevos conocimientos puedan utilizarse para desarrollar tratamientos que puedan reducir la transmisión del virus» (ver enlace).

Comienzo resaltando el hallazgo de los investigadores holandeses para mostrar la importancia de las mascarillas, gafas o pantallas que defiendan la cara,  para evitar que el virus penetre en nuestro cuerpo y procurar al mismo tiempo que se pueda contagiar a las personas que estén cerca.

Evidentemente, aunque el riesgo era conocido desde enero, no estábamos preparados para responder adecuadamente a una situación de dolor y sufrimiento, pero tampoco se tomaron las medidas necesarias, según ha apreciado la gente y dice el médico.

De confirmarse la importancia del descubrimiento de los investigadores holandeses, esta barrera o pantalla ante los microbios y virus, cobra importancia, por doble razón: 1) Porque a día de hoy (25/4) los fallecidos (oficiales) por el COVID-19 son ya 22.902 personas, -en Europa ya se superan los 120.000-;  2) Porque en España, se minimizó oficialmente la importancia de esta forma de protección para la ciudadanía y además no había mascarillas ni guantes en Farmacias; 3) Por la  falta de EPI (o EPP) para quienes por su profesión tenían que estar en la primera línea de riesgo;  Y 4) Por el reparto entre el personal sanitario de 70.000 mascarillas defectuosas, la compra de test y partidas de respiradores inservibles, que han incrementado las críticas por la gestión en la crisis sanitaria.

Algunos, directamente afectados, han comenzado a alzar la voz. Tal puede ser el caso de José A. que falleció esta semana en un municipio de Barcelona infectado por Covid-19. Horas antes de su fallecimiento, presentó una querella contra altos cargos de Sanidad, entre ellos el director del Centro de Alertas Sanitarias, Fernando Simón, y contra el administrador de la empresa que intermedió en la compra de los test defectuosos para detectar el coronavirus. Según la querella, al no disponer en hospitales de test suficientes, los facultativos “estaban expuestos a estar contagiados y ser transmisores” de Covid-19, lo que “conllevó” que José A. se infectara. El había ingresado por un motivo que nada tenía que ver con el virus.

Como había quedado ingresado, allí terminó infectado. Cuando los médicos le pronosticaron un rápido fallecimiento, el paciente solicitó el alta, que le dieron el 15 de abril, y fue trasladado a su casa, a la espera del «fatal desenlace», que tuvo lugar el pasado jueves.

La querella se presentó ante los Juzgados de Instrucción de Madrid por vía telemática y su autor ordenó a sus herederos que siguieran adelante con la acción penal, si es admitida a trámite (ver enlace).

1) La crisis sanitaria ha puesto de relieve una crisis de humanidad, política, y económica de dimensión incalculable.

Estos hechos y otros muchos, hacen pensar que no estamos solo ante una crisis transitoria; y que la sociedad  civil ha ido por delante  de la gestión de la pandemia, que  según el  oncólogo e investigador Mariano Provencio, la  mayoría aprecia que: “por la tele no paran de asomar miembros del Gobierno y algunos de sus escuderos intentando convencernos de que hablar horas y horas es hacer algo. Pero no nos han mostrado ni una sola imagen de la realidad…; apreciando los muchos abusos que nos tienen impuestos, en “la cárcel en que nos han metido”; sin que los motivos que nos dan nos convenzan, de que son los que debieran ser, por cuanto otros países con muchos menos impedimentos, viven mucho más libres que nosotros» (ver enlace).

Escuchen la entrevista de Gabilondo a Yuval Noah Harari:

Todo ser humano tiene derecho a ser cuidado, curado si está enfermo, acompañado si se encuentra solo, o en situación vulnerable, máxime si se encuentra en el trance de partir para el último viaje. Que la persona querida goce de asistencia y ayuda espiritual o religiosa según sus creencias y que pueda despedirse de los suyos y que su familia también pueda despedirla, son derechos humanos inalienables. ¡No se ha hecho!

Para conseguirlo hubiera sido preciso reconocer la dignidad de la persona y el respeto a sus derechos, sobre todo en los momentos más difíciles. Los principios que rigen estos derechos suponen un mínimo de organización, claridad y disposición de todos los implicados.

Para entenderlo hay que bajar a la realidad y dejarse de ideologías. Como dice José María Cano: «Dios sigue importando. Ahora resulta que Dios sí importa. Hace tiempo que determinados gurús de la cultura, intelectuales orgánicos, y políticos líquidos quieren convencernos de que Dios ha muerto para el hombre moderno, y que solo es una creencia subjetiva sin relevancia en la sociedad. Y ahora resulta que el superhombre está sometido por el coronavirus que se lo lleva por delante«.

En efecto. El bien más preciado es la vida y el respeto a lo que el hombre es como ser humano físico, mental y espiritual.  El virus, antes o después, será vencido.  Pero la sociedad civil ha percibido en esta crisis que, sin explicaciones, algunos han acaparado cuotas inusitadas de poder.   

El contagiado en general, ha visto vulnerado su derecho a la salud, abandonado y solo, en su habitación, en su casa, o en una Residencia (5.558 fallecidos en Residencias de la Comunidad de Madrid), ya que a veces han tardado varios días en coger el teléfono.

Y porque la realidad está ahí, ha tenido que producirse  una necesaria  Declaración del Comité de Bioética de España que señala: «tras comprobar ciertas carencias de tipo relacional, urge afrontar el desafío que supone la asistencia en situaciones especiales, como la de los menores de edad y/o personas con discapacidad, y la atención a la agonía de los pacientes en los momentos finales de su vida con la mayor calidad asistencial y humana que sea posible, de acuerdo con la filosofía de los cuidados paliativos, que incluyen criterios de atención psicoemocional, espiritual, religioso y de acompañamiento familiar, pues todos ellos contribuirán a evitar duelos patológicos y al agravamiento de las situaciones de vulnerabilidad» (ver enlace).

El contagiado antes citado, ejerció su derecho a ir a casa y poder despedirse de los suyos. A parte de él, son numerosos los abogados y familiares de fallecidos o contagiados que tienen denuncias en curso por la deficiencia humanitaria de  su gestión.

Ante la soledad de los enfermos, y los interminables días en la UCI, es normal que deseen el apoyo espiritual según sus creencias. Y eso tampoco se ha tenido en cuenta, y muchas personas se han ido solas -sin los suyos- y huérfanos de asistencia religiosa (cristiana, musulmana, ortodoxa, budista, o islamista). Con lo cual se han vulnerado valores universales y creencias religiosas para irse en paz y dar el paso hacia el más allá.


 2) Ahora, después del tiempo transcurrido: ¡Cuarentena solo para los contagiados!

No parece razonable que el confinamiento de los españoles se siga manteniendo en el estado actual de la alerta.

Por eso es necesario y urgente la realización de tests masivos, rápidos y seguros, a la población. ¿Dónde están, después de 58 días encerrados esos tests rápidos que se prometieron?   Después de esos tests, los que sean positivos tendrán que seguir con la cuarentena, durante un tiempo,  pero que la sociedad recupere la libertad, el trabajo  y la vida normal con prudencia y responsabilidad.

Cuando cada cual asuma su vida con responsabilidad, puede hacer de esta crisis una esperanza  de futuro. En ello debemos estar todos.


Pero ojo, aún tenemos una deuda social y humana con los fallecidos, que no podemos ignorar ni olvidar. Nuestros mayores, y todos y cada uno de quienes se han ido, (202 de Guadalajara, oficialmente)  a la mayoría nos duelen.

Y a las familias que tiene ese vacío, tenemos que arroparlas y tienen que saber que la justicia existe. Que 37 sanitarios fallecidos y 40.000 infectados por ayudar a los demás, que los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, limpiadores y capellanes que se han ido, piden  una oración  pero también, justicia.

BELMONTE
BELMONTE
Dr. en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa