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Por Justo Aznar, miembro de CiViCa y miembro de la Academia Pontificia Provita. Observatorio de Bioética. Instituto de Ciencias de la vida. Universidad Católica de Valencia. Enviado el 16 de julio de 2020.

La eticidad del uso de la vacuna contra la Covid-19, nos ha ocupado ampliamente en nuestro Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia. En relación con ello,     publicamos un primer informe en el que se hacía una reflexión general sobre este tema. Posteriormente publicamos un segundo informe en el que nos deteníamos más pormenorizadamente en los aspectos médicos y éticos de su uso y planteábamos hasta que punto y en qué circunstancias podría ser admisible moralmente utilizar vacunas en las que se hubieran usado para su producción células fetales obtenidas de fetos humanos abortados. Finalmente, el pasado día 9 de julio publicamos en Alfa y Omega del diario ABC, un tercer artículo en el que ampliábamos nuestros comentarios médicos y éticos, incluyendo también nuestra opinión sobre el uso de fármacos posiblemente útiles para tratar la COVID-19.

Por nuestra parte, podría parecer que todo estaba dicho, pero, sin embargo, nuestros lectores nos han planteado algún tema adicional que les sugiere dudas éticas que merecen ser tratadas, y si es posible resolverlos.

Fundamentalmente estas dudas hacen referencia a tres aspectos: a) ¿es siempre necesario utilizar células de fetos humanos abortados para la producción de estas vacunas?; b) ¿estas células se obtuvieron de abortos provocados o espontáneos?; y c) ¿existen medios para producir el suficiente número de vacunas para que lleguen a todos los que las necesitan, especialmente a las personas de los países más pobres?

Producción de las vacunas

Al transformarse la epidemia de la COVID-19 en una pandemia mundial, que está constituyendo la mayor amenaza global para la salud, la economía y el bienestar social, desde la segunda guerra mundial, se han puesto todas las esperanzas en la obtención de una vacuna para poder luchar con eficacia contra este terrible problema.

Hasta ahora, las vacunas que han llegado a comercializarse se han basado fundamentalmente en cultivar virus debilitados de la enfermedad en cuestión en huevos de gallina o en células de mamíferos y en inyectar los fragmentos allí producidos a los potenciales usuarios. Pero ahora, se están desarrollando también las denominadas vacunas génicas, en las que se parte de identificar el genoma del virus en cuestión y seleccionar posteriormente una secuencia de su ADN o ARN. Esta secuencia se introduce en células humanas para que en ellas se generen los antígenos del virus, que cuando se inyectan en las personas a vacunar, estimulan su sistema inmunitario para producir los correspondientes anticuerpos. Así ese individuo quedará más o menos inmunizado ante un ulterior ataque de ese mismo virus. Las células humanas que se utilizan para producir los referidos antígenos son las que pueden o no obtenerse de fetos abortados. En el caso de la vacuna contra la COVID-19, el antígeno que normalmente se produce es una proteína específica del virus, denominada proteína S, que es la que facilita la penetración del virus en las células humanas.

Para poder introducir la secuencia de la proteína S producida en el cuerpo de los individuos que se pretende inmunizar, se utilizan tres procedimientos: a) el uso de plásmidos, que son en realidad pequeños anillos de ADN; b) la incorporación de la información genética en una fracción de ARN, que es la que posteriormente penetra en las células humanas. Este procedimiento es el fundamento de las vacunas mARN; y c) la tercera posibilidad es insertar la secuencia de ADN en un virus de resfriado común, que se introduce en las células humanas infectándolas e introduciendo en ella su secuencia.

Como ya comentamos en uno de nuestros informes anteriores, según datos de la OMS existen 130 tipos de vacunas contra la COVID-19 en vías de experimentación, y de ellas, según se especifica en la revista Science (https://science.sciencemag.org/content/368/6496/1170) solamente 6 utilizan células de fetos humanos.

¿Se han obtenido las células utilizadas de abortos humanos provocados?

La segunda pregunta que se planteaba es si estas células se obtuvieron de abortos espontáneos o provocados, pues, sin duda, ello podría determinar la licitud o ilicitud ética de su uso.

De todas las vacunas en desarrollo hay tres que son las que están en una fase más avanzada y que por tanto son las que más probablemente podrán comercializarse en el primer trimestre del año 2021. De estas tres vacunas, en dos, la producida por la firma china CanSino Biologics Inc y la de la Universidad de Oxford, se utilizan células fetales y en otra no. En las que se utilizan células fetales, éstas se obtuvieron de dos líneas celulares: la HEK 293 y la PRC.C6. La primera línea fue producida por Frank Graham en 1973, a partir de células renales de abortos humanos provocados, obtenidas por Van der Eb, en 1972. El feto que se utilizó era normal, sin ningún signo patológico aparente. De él se obtuvieron fragmentos de los que se derivaron las referidas líneas celulares. Las razones por las que se produjo el aborto provocado se desconocen. Esta línea celular se ha utilizado durante años para multitud de estudios experimentales.

La segunda línea celular utilizada es la PER.C6. Las células para esta línea fueron desarrolladas en 1995 de cultivos de retina extraída de fetos, asimismo, por Van der Eb, en 1985, cuando éste trabajaba en la Universidad de Leiden. Las células se obtuvieron de la retina de un feto sano de 18 semanas de un embarazo normal. El aborto fue provocado por motivos sociales, al querer la madre deshacerse del feto. El padre era desconocido. Se escogió la retina por el potencial de sus células para ser transformadas con los adenovirus deseados. La transfección se llevó a cabo en 1995. Se produjeron 7 líneas celulares, de las que se eligió la PER.C6, que fue registrada por los laboratorios Crucell.

Es decir, parece suficientemente probado que las líneas celulares utilizadas para producir la vacuna contra la COVID-19 se obtuvieron de abortos humanos provocados, lo que indudablemente habrá que tener en cuenta al emitir un juicio sobre la licitud moral de su uso.

¿Será posible producir suficiente número de vacunas?

El tercer asunto a valorar es si será posible producir suficiente número de vacunas para que no haya problemas de una injusta distribución, que esencialmente penalice a las personas de los países más pobres.

Ya comentamos en un Informe anterior (https://www.observatoriobioetica.org/2020/06/algunas-aclaraciones-sobre-las-vacunas-contra-el-covid-19-que-provienen-de-celulas-de-fetos-abortados/33534) que de las 3 vacunas que están en fase más avanzada de desarrollo, solamente una, la producida por Moderna, no utiliza para su producción células fetales de abortos humanos provocados, por ello, es solamente ésta la que no presenta problemas morales para su uso, y a ella vamos ahora a referirnos.

El pasado mes de mayo, el presidente Donald Trump lanzó su proyecto “Operation Warp Speed”, dirigido a potenciar el desarrollo de una vacuna contra la COVID-19, dedicando a ello una importante suma económica. Para este fin, se seleccionaron 5 proyectos, entre los cuales se encontraban dos de los tres que están en fase más avanzada de desarrollo, el de la Universidad de Oxford, en colaboración con la farmacéutica Astra Pharma Zeneca y el de la biológica estadounidense Moderna. Naturalmente de este proyecto de financiación se excluyó a la otra vacuna en fase avanzada, la producida por la firma china Cansino Biologics Inc.

En relación con ello, se acaba de publicar, con fecha 14 de julio de este mismo año, en la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine (https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa2022483), un artículo en el que se valora la vacuna contra la COVID-19. Aunque es un trabajo preliminar, sus resultados parecen muy positivos, pues muestran que la vacuna produce una respuesta inmune en todas las personas en las que se ha probado, aunque con efectos secundarios leves. Esto da pie a que la vacuna producida por la biotecnológica Moderna, en colaboración con los Institutos Nacionales de Salud estadounidenses, inicie un ensayo clínico de fase 3 el próximo día 27 de julio, que incluirá a 30.000 voluntarios. La propia compañía Moderna ha comunicado que está en condiciones de poder fabricar 500 millones de dosis al año y posiblemente hasta 1.000 millones a partir de 2021.

Sin duda, es ésta una esperanzadora noticia, tanto desde el punto de vista médico, por lo que puede contribuir a prevenir la difusión del COVID19 en estos momentos de pandemia altamente consolidada, como bioético, al no utilizar células de abortos humanos provocados para su producción, por lo que su uso no muestra ninguna dificultad moral.