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Por Nicolás Jouve, Catedrático Emérito de Genética y Presidente de CíViCa. Publicado en Actuall, el 13 de abril de 2020.

Tal vez la una consulta a cómo se han desarrollados los acontecimientos en relación con la pandemia del coronavirus Covid 19 en diferentes países nos ayude a interpretar, un poco a toro pasado, lo que se está haciendo mal, o lo que se podría haber hecho mejor, para atajar la propagación de la infección, en un país como España, que posee uno de los mejores sistemas de sanidad del mundo.

En primer lugar, hubiera sido importante un enfrentamiento con decisión al problema, sin interferencias políticas ni posturas prepotentes, tan típicas de nuestros dirigentes políticos. Una de las claves para entender lo que está pasando es el poco caso que se ha hecho a expertos científicos, en este caso inmunólogos, virólogos y epidemiólogos para, con el conocimiento de lo que se nos venía encima, adoptar las mejores medidas para enfrentarse a la pandemia. El análisis de lo ocurrido en otros países, puede darnos algunas claves. Los mejores ejemplos los ofrecen. entre los más alejados. Corea del Sur y Japón, y entre los más próximos, Italia, Portugal y Grecia.

En el siguiente cuadro podemos ver a fecha 13 de abril de 2020, los principales datos comparados sobre la situación sanitaria de estos países con relación a la pandemia. Salta a la vista que el índice de fallecimientos en España e Italia son significativamente más altos que en el resto de los países del mundo, con España a la cabeza del fatídico índice de fallecimientos por coronavirus del mundo por millón de habitantes. Analicemos comparativamente las posibles razones.

 

País Población 1er caso Casos Muertes Índice muertes/Casos. Índice muertes/millón habitantes
Japón 126.529.100 16 ene 7.370 123 1,66% 0,97
Corea del Sur 51.635.000 20 ene 10.537 217 2,05% 4,20
Italia 60.359.546 31  ene 156.363 19.899 12,72% 329,67
España 46.934.632 31 ene 169.510 17.614 10,40% 375,29
Grecia 10.724.599 26 feb 2.114 98 4,63% 9,14
Portugal 10.276.617 2 mar 15.770 440 0,87% 42,82

En Corea del Sur la gestión frente a la pandemia ha estado presidida por el “bali-bali”, que en lengua coreana quiere decir “rápido-rápido”. La rapidez en el diagnóstico y el aislamiento de la población infectada han sido las claves. Poco después del 20 de enero se detectó el primer brote en una comunidad religiosa coreana, e inmediatamente se actuó haciendo la prueba del coronavirus a cerca de las 200.000 personas relacionadas. Las autoridades se pusieron inmediatamente al frente del problema e hicieron unos 20.000 test diarios desde el primer momento. Los gastos fueron aportados por el gobierno que contrató a entidades privadas para el abastecimiento de los test y a una serie de laboratorios públicos y privados repartidos por todo el país para su aplicación, con la peculiaridad de que eran los propios posibles afectados los que acudían a estos centros. El resultado era comunicado a los afectados en unas pocas horas. En el caso de que saliera positivo se les imponía una cuarentena obligatoria de quince días. Sólo el 10% de la población analizada requirió hospitalización. El bali-bali resultó enormemente efectivo. También con celeridad se tomó la decisión de cerrar las escuelas y establecer normas para que las personas que pudieran realizar teletrabajo lo hicieran, sin establecer el confinamiento general para toda la población. Con estas medidas Corea del Sur consiguió detener la pandemia, descongestionar los hospitales y atender de manera efectiva a los afectados.

Al igual que en Corea del Sur, en Japón, uno de los países con la densidad de población más alta del mundo y una proporción elevada de personas mayores, no se llegó a imponer el estado de confinamiento ni la cuarentena obligatoria. Las leyes japonesas son contrarias a ello desde el final de la segunda guerra mundial. Los resultados de la contención de la pandemia demuestran que tampoco hubiera sido necesario. Al igual que en Corea del Sur fueron rápidos en localizar los principales brotes, y siguiendo un adecuado asesoramiento científico, de inmediato se les aplicaron las pruebas y solo en caso positivo se procedió al aislamiento. La propia cultura de la sociedad japonesa favorecería la contención de la epidemia, por una especie de obediencia ciudadana a las recomendaciones sanitarias y normas de protección, como la higiene personal, el uso de mascarillas y guardar distancias entre las personas.

La conclusión de estos primeros ejemplos, es que no es precisamente el confinamiento el factor principal para contener la expansión del virus, sino la rapidez en la localización de los brotes, y la aplicación de las pruebas y la cuarentena a las personas infectadas, con síntomas o sin ellos, además de la higiene y el uso de mascarillas.

Sí nos referimos a los países más próximos a España tanto geográfica como culturalmente, sorprenden a su favor los resultados de Grecia y Portugal. En el país heleno, con una economía en proceso de recuperación, pero todavía alejada de los índices conseguidos por España, con un problema de campamentos de refugiados y un sistema sanitario insuficiente para hacer frente a una epidemia de las proporciones del coronavirus, se impusieron pronto medidas adecuadas para evitar la expansión del virus., Sólo cuatro días después de la aparición del primer caso en Grecia, ya se habían cerrado los establecimientos públicos, y en siete días se implantó el confinamiento general de la población. En el contexto de la economía griega, sin recursos para hacer test generalizados, la situación no permitía otra cosa. Por contraste, en Italia y España, no se actuó con premura y sin localizar los brotes ni hacer los test, se dio preferencia a las medidas de confinamiento, pero demasiado tarde. En Italia, 18 días después de manifestarse el primer caso en la Lombardía, y en España, 46 días después de la aparición del primer caso en la Gomera y 9 días después del primer fallecimiento por coronavirus en Valencia.

En Italia se observa un fenómeno muy particular por la diferente incidencia en dos regiones próximas, pero en la que las autoridades locales han adoptado diferentes estrategias frente a la pandemia. Son estas la Lombardía (Milán y Bérgamo) y el Véneto (Padua y Venecia). El pasado día 7 de abril, en el Véneto se registraban 662 fallecimientos y 11.000 infecciones de coronavirus, mientras que, en la Lombardía, pasaban de 9.200 fallecidos y alcanzaban los 62.000 infectados. Esta drástica diferencia entre dos regiones del norte de Italia, lugar en el que aparecieron los primeros brotes en el país trasalpino, se debe a la influencia del Dr. Sergio Romagnini, renombrado inmunólogo, profesor emérito de la Universidad de Florencia, y de su discípulo Andrea Crisanti. que mediaron para que las autoridades locales de la región del Véneto se hicieran test a todos los habitantes. A la vista de los resultados de la muestra analizada se estableció la hipótesis de que entre el 50 y el 70% de la población aun estando infectados eran asintomáticos, no manifestaban la enfermedad. Al cabo de 10 días casi la mitad de los asintomáticos seguían dando positivo en los test, pero de ellos, la mitad seguía sin manifestar síntomas. Este análisis condujo a la decisión de aislar a los asintomáticos positivos, con el resultado de un descenso drástico de la epidemia en las localidades del Véneto. El Dr. Romagnini, concluye que la causa principal de la expansión epidémica se debe a la libre circulación en el mismo ambiente de los infectados asintomáticos, que exponen al contagio al resto de la población. La enseñanza es doble. La importancia de un buen asesoramiento científico, y de la realización de los test a los asintomáticos, seguido de su aislamiento y el uso de mascarillas. Ambas cosas no se hicieron en la Lombardía, ni por supuesto en España, como señalaremos a continuación.

Si vemos al caso de Portugal, el país más próximo, entrañable y geográficamente unido a España, el contraste no puede ser más fuerte. Con una población de poco más del 20% de la española, el número de casos de infección es proporcionalmente de tan solo el 9,30%, y el número de personas fallecidas un 8 veces más baja por millón de habitantes que en España. El contraste de lo que pasa en el país luso nos revela la importancia de las medidas políticas. En el gobierno luso se da la circunstancia de que el primer ministro Antonio Costa del partido socialista, gobierna en envidiable sintonía con el conservador Marcelo Robelo. Tras el primer fallecimiento en Lisboa, el 2 de marzo, se implantaron las medidas necesarias, empezando por no fomentar la asistencia a la manifestación por la igualdad de las mujeres del 8 de marzo. A pesar de que el primer caso en Portugal se manifestó un mes y pico más tarde que en España, las medidas implantadas del estado de emergencia y la misma recomendación de evitar las concentraciones se impuso mucho antes que en nuestro país.

No es cuestión de llorar por la leche derramada, pero la cantidad de muertos causados por la pandemia del coronavirus en España, exige una crítica por la negligencia y nefasta gestión llevada a cabo por parte de nuestros gobernantes. Especialmente, cuando vemos cómo podrían haber sido las cosas de haber procedido rápido-rápido en lugar de la exhibición de optimismo basado en la seguridad de contar con un buen sistema sanitario.

Cuando todo esto pase habrá que exigir responsabilidades, que se pueden resumir en los siguientes puntos: la indiferencia y negligencia en la adopción de medidas para evitar las concentraciones de personas desde el primer aviso; la ausencia de consulta, una vez más, y la desatención a las recomendaciones de buenos científicos, inmunólogos, virólogos y epidemiólogos; la pérdida de tiempo en localizar los brotes de la infección; la falta de aplicación inmediata de pruebas eficaces homologadas y suficientes en cantidad, para detectar a los infectados asintomáticos en los grupos de población en que se manifestaron los primeros brotes; la aplicación tardía de medidas de confinamiento cuando ya necesariamente habían de extenderse a toda la población; la falta de previsión en equipar a nuestros hospitales públicos y privados con todos los elementos humanos y materiales necesarios para afrontar la pandemia, sobre todo de test homologados, mascarillas y vestimentas anticontaminación para el personal sanitario y de respiradores para tratar los casos más graves. Todo ha ido llegando al tran-tran, con forcejeos políticos, fraudes en la adquisición de materiales, mal y tarde. Lo mejor, la improvisación de hospitales, y la incorporación de cientos de médicos y personal sanitario voluntario, los auténticos héroes que han sufrido la avalancha de enfermos, la infección en sus carnes e incluso la pérdida de decenas de compañeros. Ante la congestión, se llegó a oír propuestas de triaje y discriminación en función de la edad, discapacidad o arbitrarios criterios de “utilidad social”, contrarios a la deontología médica y al derecho que toda persona tiene a la protección de la salud establecida en el artículo 43 de nuestra Constitución. como recuerda el informe del Comité de Bioética de España del 25 de marzo sobre los aspectos bioéticos de la priorización de recursos sanitarios en el contexto de la crisis del coronavirus.

De todo esto, solo cabe destacar la increíble reacción solidaria de los médicos, enfermeras, auxiliares de enfermería y restante personal implicado en nuestro sistema de salud, así como de los servicios de seguridad de nuestras fuerzas armadas, guardia civil, policía nacional y local y en general de la población, que ha asumido con una mezcla de asombro, paciencia e indignación contenida, una situación sin precedentes en la reciente historia de nuestro país y del mundo.

Nicolás Jouve de la Barreda
Nicolás Jouve de la Barreda
Catedrático Emérito de Genética de la Universidad de Alcalá. Presidente de CiViCa.