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Por José Luis Velayos (Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa). Enviado el 1 de noviembre de 2021

  1. De dónde viene esa fiesta: De Irlanda y Escocia

‘Víspera de Todos los Santos’. En inglés, contraído, es “All Hallows’ Eve”: la fiesta que se celebra la noche previa al Día de los Difuntos, que es el dos de Noviembre.

Los irlandeses lo llevaron a USA, emigrando en su exilio por el hambre. Vaciaban una calabaza, encendiendo dentro una vela: Jack-o’-lantern leyenda de Jack el Tacaño.

A Jack, un aldeano perseguido por robar, el diablo le dijo que se moría ya, se iba al infierno. Pero Jack le engañó, diciendo que los que le perseguían creían en Dios: que él se convirtiera en moneda para pagarles, y ellos discutirían matándole. El diablo se convirtió en moneda, en el saco donde Jack tenía una cruz que había robado. Eso dejó al diablo atrapado y sin poderes. Jack sólo le dejó salir del saco si le prometía no llevarle al infierno. Pero como Jack -por ser ladrón- no podía ir al cielo, no veía dónde ir. De burla, el diablo le dio una brasa inapagable, del fuego del infierno, que él lleva como “Jack of the Lantern”. Por eso en Irlanda y Escocia ponen la calabaza en la ventana con la linterna de Jack, para ahuyentar diablos, echándolos fuera de sus casas.

  1. En qué lo han convertido hoy: En una fiesta de horror, un tanto rara y extraña

El cine lo universalizó en 1978, con ‘La noche de Halloween’, de John Carpenter. Latinoamérica, que copia a USA, lo asumió de pleno, y al emigrar, lo trajo a España.

Hoy parece más una fiesta de máscaras y de disfraces: duendes, fantasmas, brujas, esqueletos, zombies y terror.  Es un despliegue comercial publicitario para vender disfraces. Hasta hay quien se lo toma en serio, para ahuyentar diablos y malos espíritus.

  1. Qué es en realidad: Es un recuerdo de nuestro paso a la eternidad

Su sentido es recordar nuestra unión y cercanía: de los vivos con los ya muertos. Celebramos ese día a todos nuestros antepasados, ya muertos. Nosotros vivimos, gracias a ellos, pues ellos engendraron a nuestros padres: si no, no existiríamos. Crearon nuestras familias, y por eso se merecen toda nuestra honra y recuerdo. Por eso les ofrecemos los funerales. Por eso visitamos sus restos en el cementerio.

Nos recuerda que vivimos para la eternidad. Según vivas, así te quedas para siempre Es la Temporalidad: Esta vida, chico, es muy corta. Vivir, dura dos calendarios.

Plantéate que tú y yo también morimos. Eso nos pilla a todos. Un día, el difunto serás tú. ¿Qué recuerdo dejamos? ¿Quién nos llorará y encomendará? ¿Qué bien hicimos?

Imagínate si todos a los que les has hecho faenas, organizan tu sepelio, y allí ves esto:

Esquela: “Descansa en paz XX de una vez, y los demás descansamos aún más de él”.

Epitafio: “Aquí yace por fin el mayor desgraciado, el que menos ha hecho en su vida”

Necrológica: “Falleció tristemente XX, pero lo celebraremos felices y a lo grande”

Los cristianos celebramos el día que morimos. ¿Por qué? Porque ese día vamos al cielo. “Vivir –decía Eugenio d’Ors– es alumbrar un ángel a la eternidad”. Vivimos rodando una película, que es el film maravilloso de la Historia de Nuestra Vida. Así quedaremos para siempre, sin poder jamás cambiarlo. Será nuestro futuro. Será lo que merezcamos.