¿Eutanasia significa realmente “una buena muerte”?

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Por José Jara, Presidente de ABIMAD, Asociación de Bioética de Madrid, y miembro del ‘European Board of Urology’. Publicado en Actuall el 15 de Noviembre de 2018.

La aplicación de la ley puede llevar a admitir peticiones de suicidio consecuencia de estados de depresión. Este supuesto ya se ha aprobado en Holanda. La eutanasia, aunque se presente como un acto de respeto a la autonomía del paciente, exige al médico que actúe contra los fines de la medicina.

La eutanasia se plantea como solución deseada y se olvida de los cuidados paliativos.

La reciente declaración por parte de la Comisión de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), rechazando la eutanasia, ha reabierto de nuevo el debate sobre esta opción para la que existe una propuesta de ser despenalizada que se debatirá próximamente en el Congreso de los Diputados a petición del partido socialista.

Tal como la OMC ha recordado, en su Código Deontológico (Art. 36) se menciona expresamente que “el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa de éste”, recordándose además para evitar confusiones que “la sedación en la agonía es científica y éticamente correcta sólo cuando existen síntomas refractarios a los recursos terapéuticos disponibles y se dispone del consentimiento del paciente”.

¿Por qué la OMC se manifiesta tan claramente sobre esta cuestión? Los defensores de la eutanasia siguen presentándola como el recurso para conseguir una “muerte digna” pero lo cierto es que la gran mayoría de los países europeos, a excepción de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza, donde está admitido el suicidio asistido, siguen considerándola como una mala opción que no debe ser despenalizada por las legislaciones vigentes.

En Bélgica, donde los casos de eutanasia permitida por la ley se han ido ampliando progresivamente, se incluyen ya no sólo las peticiones suscritas por enfermos terminales, sino también los casos de enfermos con dolores persistentes.

Si tras las presiones realizadas durante los últimos años en otros países para su aprobación, incluyendo spots publicitarios como en el caso de Francia, se ha denegado una y otra vez su aprobación, no parece que sea por insensibilidad de los europeos hacia el dolor de sus semejantes ni por un estado de crueldad generalizado hacia los pacientes terminales. De hecho, parece más realista asumir que, en los países en que la eutanasia sí se ha aprobado, la experiencia dista mucho de ser positiva.

En Bélgica, donde los casos de eutanasia permitida por la ley se han ido ampliando progresivamente, se incluyen ya no sólo las peticiones suscritas por enfermos terminales, sino también los casos de enfermos con dolores persistentes, aunque no estén en situación terminal, y los casos de trastorno mental mantenido. A este respecto, en 2017, hace justamente un año, un numeroso grupo de psiquiatras y psicólogos publicó una carta abierta en la que se afirmaba: “La eutanasia por sufrimiento psicológico insoportable es muy problemática. Se refiere a personas que podrían vivir muchos años y, por tanto, lo adecuado sería aplicar con ellos una prudencia extrema tanto clínica como legalmente. Creemos que al estimar la desesperación ante el propio sufrimiento, no puede eliminarse el factor subjetivo”.

Es decir, la aplicación de la ley puede llevar a admitir simples peticiones de suicidio consecuencia de estados de depresión difíciles de tratar y, de hecho, este supuesto ya se ha aprobado en Holanda en situaciones en las que el solicitante  aducía como causa de su petición estar “cansado de vivir”.

El estado de California decidió derogar una Ley para el Fin de la Vida, previamente aprobada en 2016 a raíz de los informes presentados por la Academia Estadounidense de Ética Médica

Por ello, la OMC, al declararse en contra de la aprobación de esta práctica, está realmente posicionándose a favor del paciente, exigiendo a la vez importantes mejoras en el acceso a unos Cuidados Paliativos de calidad que una gran parte de la población aún no tiene. En cambio, asumir que la eutanasia es necesaria para solucionar el sufrimiento psicológico abre la puerta al suicidio por un abanico indefinido de causas, psicológicas o emocionales de modo amplio ya que ¿quién puede decidir que un sufrimiento psicológico es de menor importancia que un sufrimiento físico?

Recientemente, en el mes de mayo de este año, el estado de California, donde viven 40 millones de personas en EEUU, decidió derogar una Ley para el Fin de la Vida, previamente aprobada en 2016 a raíz de los informes presentados por la Academia Estadounidense de Ética Médica. Se olvida con frecuencia que, aunque la eutanasia se suele presentar como un acto de respeto a la autonomía del paciente, en realidad se está exigiendo al médico que aplique medidas conducentes a la muerte, invirtiendo así los fines de la medicina, que van dirigidos a aliviar el sufrimiento pero no a provocar la muerte.

Una vez dado este paso, que ahorra importantes esfuerzos terapéuticos y económicos, tanto a nivel hospitalario como en la abnegada atención a domicilio, es más fácil que el personal sanitario aplique eutanasias por criterios progresivamente menos estrictos. Esto no es una hipótesis indemostrable, en Holanda el protocolo Groningen ya incluyó como candidatos a esa “muerte digna” a niños con espina bífida, no por tener un mal pronóstico vital, sino por ser ésta una condición que deteriora la calidad de vida esperable.

Previamente, el informe Remmelink había notificado, a través de encuestas anónimas realizadas al personal sanitario, el dato de que en ese país se estaban realizando también eutanasias no solicitadas por los pacientes. En definitiva, bajo el pretexto de respetar la autonomía, es muy fácil y, desde luego más cómodo, desentenderse del paciente y aplicar eutanasias. Sólo hay que endurecer la piel y acallar la conciencia. No parece la mejor propuesta ni para los médicos en ejercicio ni para los médicos en formación ni, por supuesto, para los pacientes.