Cara y cruz de la investigación con células troncales

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Por Julio Tudela Cuenca, Doctor en Farmacia.Director del Máster Universitario en Bioética de la Universidad Católica de Valencia. Publicado en el Observatorio de Bioética el 8 de Mayo de 2017.

Los investigadores son responsables de aplicar criterios estrictos sobre seguridad, eficacia y veracidad tanto en las experimentaciones clínicas como en sus aplicaciones terapéuticas.

La cara de la investigación

 Las células troncales, más conocidas como “células madre” suponen hoy en día la gran esperanza para el futuro de la medicina regenerativa, por su capacidad de diferenciarse en estirpes celulares de casi cualquier tejido, por lo que representan una prometedora opción terapéutica para muchas patologías.

Por Julio Tudela Cuenca, Doctor en Farmacia.Director del Máster Universitario en Bioética de la Universidad Católica de Valencia. Publicado en el Observatorio de Bioética el 8 de Mayo de 2017.

Los investigadores son responsables de aplicar criterios estrictos sobre seguridad, eficacia y veracidad tanto en las experimentaciones clínicas como en sus aplicaciones terapéuticas.

La cara de la investigación

 Las células troncales, más conocidas como “células madre” suponen hoy en día la gran esperanza para el futuro de la medicina regenerativa, por su capacidad de diferenciarse en estirpes celulares de casi cualquier tejido, por lo que representan una prometedora opción terapéutica para muchas patologías.

Estas células pluripotentes se encuentran en los tejidos embrionarios y, también, en tejidos adultos. Su aislamiento y cultivo en medios específicos, puede conducir al desarrollo de tejidos útiles en terapias regenerativas como cardiopatías, mielopatías, diabetes, lesiones nerviosas, retinopatías, etc. Tras su aislamiento, son inoculadas directamente en los tejidos que se quiere regenerar, de modo que las células troncales se diferencian en células de estos mismos tejidos.

Una tercera vía para la obtención de células pluripotentes es la descrita por Yamanaka hace ahora 10 años, hallazgo que le valió la concesión del Nobel de Medicina. Yamanaka logró, partiendo de una célula adulta diferenciada, encontrar el modo de “desdiferenciarla” de modo que volviera a su estado pluripotente, para después, volverla a diferenciar en una determinada estirpe celular con utilidad terapéutica. Son las conocidas como iPS, o células pluripotentes inducidas.

Asimismo, se han reproducido “in vitro”, a partir de células troncales, tejidos que simulan el funcionamiento de ciertos órganos, lo que podrá suponer en el futuro una alternativa al actual trasplante de órganos.

El estado actual de la aplicación clínica de las células troncales es todavía incierto. Aunque se ha informado de resultados exitosos en algunos campos, como la cardiología o la hematología, muchos ensayos clínicos y aplicaciones terapéuticas han fracasado debido a problemas surgidos en los procesos de diferenciación y a la aparición de tumores.

La cruz de la investigación

El afán por obtener resultados de las técnicas basadas en células troncales, ha conducido a algunos investigadores y clínicos, a ofertar tratamientos que no gozaban de los mínimos criterios de seguridad y eficacia exigibles. El año pasado se publicó en la revista Cell Stem Cell un artículo que reclamaba la necesidad de una mayor supervisión sobre las ofertas terapéuticas con células troncales, dada la nula eficacia de muchas de ellas y el elevado riesgo de aparición de efectos secundarios no controlados.[1]

En 2014 la revista Nature informó de trágico final de un investigador que había publicado dos trabajos sobre la reprogramación de células adultas mediante la simple exposición a un medio ácido.[2] Tras no poderse reproducir el hallazgo por otros investigadores, se demostró que el método presentaba defectos que provocaron la retractación de los trabajos. Esto causó una gran depresión a su autor, Yoshiki Sasai, que acabó suicidándose el 5 de Agosto del mismo año.[3]

Este mismo mes, se acaba de publicar en The New England Journal of Medicine dos casos de tratamientos con células troncales realizados en una clínica de Florida (EEUU) a dos pacientes con 72 y 88 años afectadas de degeneración macular asociada a la edad (DMAE).[4]

La técnica consistió en la inoculación de células troncales, obtenidas de tejido adiposo del abdomen de las propias pacientes, en el cuerpo vítreo de ambos ojos. El resultado fue la pérdida total de visión en ambas pacientes.

Las dudas sobre la calidad de esta intervención surgen porque, en contra de lo aconsejado, se procedió a tratar simultáneamente ambos ojos, lo que impide conservar la visión en, al menos, uno de ellos en el caso de que aparezcan efectos indeseables tras la primera intervención. En segundo lugar, las pacientes no fueron informadas de que participaban en un ensayo clínico, y abonaron 5000 dólares por la intervención.

El estudio había sido registrado en ClinicalTrials.gov, que es la base de datos que incluye todas las investigaciones sostenidas por fondos públicos y privados en Estados Unidos. La FDA estadounidense, agencia responsable de la regulación de los ensayos clínicos con medicamentos, no intervino en este caso dado que se trataba de células de las propias pacientes, es decir, autólogas, y no consideradas como tales.

Las pacientes sufrieron ceguera con hemorragia y desprendimiento de retina tras una semana desde de la intervención. Contrariamente a lo esperado, las células troncales inoculadas no evolucionaron hacia células de epitelio retiniano, sino hacia fibroblastos, implicados en la cicatrización tisular.

Afortunadamente, otros equipos de investigación no han procedido del mismo modo. Es el caso de los ensayos realizados en el Centro Riken de Kioto (Japón), donde una intervención dirigida a tratar también la DMAE, pero en este caso a partir de células iPS. Aunque el ensayo fue detenido en una segunda candidata por no existir garantías en cuanto a la integridad genómica de las células obtenidas, la primera paciente tratada había estabilizado su visión tras un año desde la intervención, no apareciendo efectos secundarios.[5]

Ética en la investigación

Los investigadores son responsables de aplicar criterios estrictos sobre seguridad, eficacia y veracidad tanto en las experimentaciones clínicas como en sus aplicaciones terapéuticas. Pero son necesarios organismos reguladores eficaces, preferiblemente de ámbito internacional que supervisen la oferta clínica de terapias con células troncales como la que nos ocupa, para evitar que una de las aplicaciones clínicas más esperanzadoras de los últimos años, se convierta en un reclamo dirigido al enriquecimiento ilícito de algunos a costa de la salud de los pacientes que confían en etas técnicas como la última esperanza para patologías para las que hoy no existen alternativas eficaces.

De nuevo, la recta instrucción bioética de investigadores y clínicos se perfila como la única herramienta preventiva de estos abusos, que tratan de convertir la ciencia en un mercado.

[1] Turner L, Knoepfler P. Selling stem cells in the USA: assessing the direct-to-consumer industry. Cell Stem Cell. 2016;19(2):154-157.
[2] Nature 505;641-647, 2014; Nature 505, 676-680, 2014
[3] Nature Medicine 20; 975, 2014
[4] Daley GQ. Polar Extremes in the Clinical Use of Stem Cells. N Engl J Med 2017; 376:1075-7 DOI:10.1056/NEJMe1701379
[5] Aznar J, Tudela J. Use of embryonic stem cells to treat severe eye diseases. Cuadernos de Bioética XXVII 2016/2ª.

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