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Por José Luis Velayos. Catedrático de Anatomía, Embriología y Neuroanatomía, Profesor Extraordinario de la Universidad CEU-San Pablo – Miembro de CíViCa. Enviado el 25 de julio de 2022

Resulta ya cansado decir siempre lo mismo (pero hay que repetirlo):

La vida empieza en el momento de la fecundación del óvulo por el espermatozoide, instante en que se instaura una “revolución biológica”, un salto cualitativo. Y esa “maquinaria biológica”, en muchos casos, está en funcionamiento durante una porción de años.

Se trata de una vida humana y en consecuencia, respetable absolutamente. Por tanto, el aborto significa muerte de un hombre, pues se elimina la vida de un ser humano.

Decía San Juan Pablo II en su visita a España en los años ochenta del pasado siglo: “Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente”. Han pasado los años, y las palabras que el Santo Padre pronunció en Madrid siguen siendo de actualidad.

Pero la defensa de la vida no es un asunto exclusivo de católicos, pues protestantes, ortodoxos, judíos, musulmanes, agnósticos, los de la Pachamama, sean blancos, negros, amarillos, cobrizos, todos consideran que en el vientre de una mujer embarazada hay un ser vivo humano (o, algunos dicen, un proyecto humano). No se trata de un tema religioso, filosófico, cultural, político o ideológico. El propio embrión, el feto, no hacen disquisiciones. Vive, y es suficiente. No hay que darle vueltas. La vida no profesa ninguna ideología. No es lógico un “derecho al aborto”

Se suele usar la palabra “discernimiento” para pensar, sopesar, elucubrar, elegir una respuesta o solución a un tema que real o aparentemente es opinable, debatible. A veces, se maneja la palabra para tratar de justificar el aborto o cualquier otra actividad irregular, deshonesta, anómala; en  el fondo, es un término que en estas circunstancias parece equivalente a “manga ancha”, “ancha es Castilla”.

Es la relativización del asunto, lo cual está en la base de su justificación: medias verdades, pseudociencia, la supuesta verdad inalcanzable, ramplonería intelectual, comodidad, pereza, hedonismo, intenciones libidinosas, avaricia, vanidad y un largo etcétera explican su justificación. Probablemente algunos no lo verán así, pero la realidad es “tozuda”.

A veces, el partidario del aborto dice que “la Ciencia ha demostrado que el óvulo fecundado no es un ser humano”. Pero esta afirmación no es verdad: claramente, fehacientemente, la Ciencia ha comprobado que las características biológicas del nuevo ser son de modalidad humana (en sus cromosomas, en su físico-química, en su genética, incluso en su aspecto morfológico, etc.). Por tanto, se puede concluir que si es un ser y es humano, es un ser humano desde el principio y para siempre.

Es un ser dependiente (todos somos dependientes), pero distinto que la madre (y el padre), individual, diferente, sexuado, personal, hombre o mujer, con su derecho a vivir.